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EL MARQUÉS DE OSORNO.
do no autorizar, el tráfico con los neutrales;
á
la
proscripcion de los extranjeros reemplazaba insen–
siblemente la admision
~9ctuosa
de algunos norte–
americanos, franceses ó italianos, cuyos bue.nos
servicios dejaban se:itir vivamente la conveniencia
del trato franco con todo el múndo civilizado; las
relaciones permitidas y el comercio clandestino
despertaban juntamente el adormecido instinto de
independencia y el desden por la envilecida cuanto
poco solícita c6rte. No obstante la larga distancia
y
las interrumpidas comunicaciones directas, sa–
bíase, que el Rey pasaba sus dias oyendo misa, tra–
bajando en la armería, cuidand0 sus caballos
y
sa–
liendo
á
caza ; que la Reina no consentía, que nada
se despachára sin su beneplácito, sin embargo de
gastar SU' tiempo dando ó escuchand·o escándalos;
y
que el favorito lo sacrificaba todo
á
su engrande–
cimiento
y
á sus placeres.
Si
para algq se acorda- .
ban del Perú, era para SU$pirar por sus tesoros.
Sa–
biendo, que en las cajas reales babia reunidos más
de siete millones de
pe~os ·;
entre propios
y
ajenos,
enviaron órdenes _para que les fuesen remitidos, no .
cuidándose mucho de que esos ingresos debían cu–
brir atenciones sagradas. Lo peor era, que con la
remesa n? iba á salir de sus apuros el real erario,
ni
á
salvarse el crédito nacional, ni
á
promoverse
ninguna reforma en beneficio de la metrópoli,
y
mucho ménos del vireinato; los fondos, que llega–
ran de Lima, como los arrancados al pueblo espa-