D. TEODORO DE CROIX. .
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de las calles y la numeracion de las casas, y en su
nuevo cargo no dejó de vigilar por la limpieza, se–
guridad, extirpacion de vicios y ornato de la ca-
pital.
.
La ciudad estaba dividida en barrios. y cuarteles;
de la autoridad superior recibió ordenanzas para el
teatro y gremio de panaderos,
y
esperó grandes
aumentos para los propios, por habérsele adjudi–
cado, despues de largos debates, el real, que los
dueños de bodegas, en el Callao, pagaban
á
los
navieros por fanega de trigo y zurron de sebo. Para
precaver de incendios sus casas, en la mayor parte
de madera y cañas, se prohibieron los fuegos arti–
ficiales, excepto en- los dias de fiestas reales , por
cumpleaños del Virey
ó
de los Infantes. Las pom–
pas de los funerales se moderaron
á
fin de impedir
la ruina de las familias. El interes comun de lapo·
blacion
y
el particular de ciertos gremios hicieron
desechar, despues de un ruidoso, cuanto largo pro–
ceso, el privilegio solicitado para una tenería de
curtir
y
teñir ·pieles, lanas y cordobanes. La mejo–
ra del ramo de suertes prometió mayores entrada"'
á
la beneficencia
y
al Gobierno. La construccion de
almacenes para la pólvora ,'léjos de la ciudad,
pre~
cavió los riesgos de una explosion; la de un alma–
cen de tabacos aumentó esta valiosa renta,
y
la <;le
un cuartel en el colegio real de San Felipe, di6 co–
modidades
á
la tropa. La fijacion de una recompen-
a de 35 pesos por los cimarrones aprehendidos en
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