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D. TEODORO DE CROIX.

los regidores,

y

dió de bofetadas y puñetazos

á

un

escribano. Aunque por evitar tan enojosas contien–

.das pidió el Marqués s-u relevo,

y

no obteniéndolo,

.se retiró

á

Huanta; por

a~bar

con él, le levantó el

prelado el testimonio

y

pretendió procesarle, á ·causa

de haber departido mulas por terceras personas. La

.calumnia se probó con vergüenza de sus mal acon–

sejados autores,

y

el Intendente, que hizo conocer

su justificacion en el Consejo de Indias, obtuvo una

plaza en el Tribunal mayor de Cuentas. Con más

razon se quejaban del Intendente

de

Tarma el Arzo–

bispo de Lima,

y

del de Arequipa su digno prela–

do. En virtud de sus representaciónes, ·que otros

hechos vinieron.

á

corroborar , se pusieron ciertos

límites al ceremonial

y

atribuciones de

lo~

vice-pa–

tronos ; reservando al Virey ias relaciones con la

Iglesia en las materias delicadas

y

de gran impor–

:tancia. Por lo demas: las intendencias fueron una

mejora en el régimen colonial, haciendo sentir más

y

c'on mayor

ven~aja,

en las provincias, la accion

de autoridades superiores, y convirtiendo las res–

pectivas capitales en otros tantos centros de cultura

física

y

m~ral.

Para sus mejoras locales tuvo Lima un teniente

de policía, que, nombrado por el Visitador, fué 0on–

servadb por el Virey

á

cau a de sus importantes

servicios. El a

0

-raciado , que era D. José Egaña, se

había distinguido como alcalde de barrio, estable- '

ciendo de una man ...ra económica la nomenclatura