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D. MANUEL .AM.A.T Y JUNIENT.
l.osJ;eyezuelos,
y
no estando abrasados de celo·
.apostólico, aprovecharon la llegada de la tercera
expedicion para volver al deseado asilo de sus con–
ventos. Quedó, por ' lo tanto, frustrado el proyeete>
de un establecimiento español, bajo la égida de la
religion, en el delicioso archipiélago.
No tuvieron mejor éxito dos expediciones dirigi–
das del alto Perú contra las brasileros, que se ha–
bían apoderado de Santa Rosa. _El contraste de la
primera entrada pudo atribuirse
á
la falta de apres-·
tos
y
á
la mala direccion de las
opera~iones.
En
la segunda se previno todo, abundantes l'ecursos,
suficiente tropa
y
arreglado plan de campaña.
Sin embargo, fracasó igualmente; porque los ser–
ranos no podían · resistir la enervante influencia
de los bosques calurosos, ni reponerse
á
tiempo
los pronto consumidos
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deteriorados víveres, ni
habia comunicaciones
expedi~as,
ni podía prolon–
garse mucho la desigual lucha con un enemigo,
que r ecibia recursos y refuerzos de su inmediata
frontera.
Sublevada la ciudad de Quito
á
causa de los es–
tancos
y
de otros arreglo rentísticos, logró obrepo–
nerse
á
las autoridades despues de algunos choque8"
y
aunque pertenecía
á
otro vireinato, se reclamó el
auxilio del Perú, que no tardó en énviar algunas.
fuerza ...· á Guayaquil. No fué necesario , que subiesen
á
la sierra; porque el ó..rden se restableció sin difi–
cultad por la moderacion de los
vencedo~es,
por el