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D. MANUEL AMAT Y JUNIENT.

me

vocac~on

espiritual, sino arrastrados por e

ejemplo

6

los consejos de los que sólo veian en lo

·curatos una pingüe renta; una vez en sus doctri–

na. , y señores absolutos de su

5

rey, sólo con los.

esfuerzos heroico , propios de los santos, podian

r e istir

á

la violencia de las tentaciones, á la faci–

+idad de delinquir,

á

la impunidad asegurada y á .

la

f-

lta de apoyo para perseverar virtuoso ; en fin,

lo dilatado de las parroquias, lo penoso que era re–

correr su terreno destemplado

6

escabroso, y las pri–

v ciones

ó

molestias de todo género, que erizaban

u sagrado ministerio, los

predi ~;pon.iaD.

{descuidar

l cumplimiento de sus deberes

y

á

resarcir sus pe–

uas con goces temporales. El funesto pod r de es–

ta

causas y el desórden autorizado por inveteradas

costumbres, precipitaban

á

los poco escrupulosos en

xcesos indecibles . La fragilidad humana, en plena

posesion

d~l

abandono más criminal, puede darnos

idea de escándalos, que no sería" conveniente r eferir.

· stenos indicar sumariamen

t~

las extor ion s, que

lo pastores cristianos, convertidos en lobos de su

Tey, hacian sufrir á los indio , de concierto

ó

con

1 toler ncia de lo corregidore.:.

Las fiestas se multiplicaban con perjuicio de las

labore má pr cisas , y con ruina de las familias,

para aumentar el pié de altar, habiendo apén· s un

mes en que no se celebrasen muchas. e forzaba

on violencia

ó

supercherías

á

aceptar los cargos

<le prioste

y

alférece , encargados de hacer lo