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D. MANUEL AM:AT Y JUNIENT.
á
los figles ;
y
en los grand(ts ocurrían continuos
escándalos,
á
catlsa del excesivo número de religio–
·sas, servidas por multitud de e.fiadas y en relacion
con otras mue-has seglares de toda condicion
y
raza. Los monasterios de .este género eran ocho, con
472 personas entre profesas, novicias
y
donadas; los
, de recoletos seis, con 246 monjas. En el de Santa
\
Rosa de Arequipa ocurrieron disensiones ruidosas
y
duraderas por haberse dividido los votos por mitad
en la eleccion de abadesa, no restableciéndose la
paz hasta que la décision del Arzobispo declaró por
válida la
d~
la madre Idiaquez. ·
La reforma de los frailes, que era más urgente y
de mayor trascendencia, se aguardó de los visita–
dores, quienes traían el encargo de restablecer la
vid3: co.mun junto con la fiel observancia de los vo–
tos monásticos, reduciendo el número de religiosos
á
los que pudieran sostenerse con las rentas de cada
convento déclarado. subsistente. En Lima había
á
la sazon
l~.
con 1.306 frailes.
Los jesuitas. que eran generalmente estimados
por su vida arreglada. florecientes establecimientos
de conversion y enseñanza , y grandes obra.. , su·–
f'rieron todas las consecuencias del espíritu inno–
vador del siglo, contra 'el cual presentaban la más
fuerte rémora. El Virey, sostenido por su carácter y
por el empuje creciente de las nuevas ideas, no
temió
arrostrar las terribles cóleras de la influyente
Compañía, prohibiéndole tener en Lima las procu-