D. MANUEL AMAT
Y
JUNIENT~
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1a más triste orfandad aquellas criaturas inocentes.
Tan horribles atentados fneron denunciados por
el Cabildo del Cuzco en una representacion al Mo–
narca, que expidió órdenes enérgicas para la inves–
iigacion
y
represion de los delincuentes. Indig–
nado el Virey por noticias anteriores, dirigió á los
~orregidores
circulares vehementes
y
nombró co–
misionados para recoger los efectos mal distribui–
-dos
y
dar soltura á los deudores presos en cárceles
ú
obrajes. La Audiencia de Charcas quiso tambien
hacer justicia. Pero como el daño estaba en los mis–
mos repartimientos; miéntras no fuesen abolidos,
la iniquidad habia de llenar todas las medidas,
.atraer la cólera del cielo
y
hacer rebosar la de los
hombres.
Si eran enormes los excesos de los que habían de
asegurar el 6rden social con la administracion de
justicia; no debían lamentarse ménos los de los
cur3:s,
á
quienes correspondía ser el espíritu vi vifi–
-cador de los pueblos con sus influencias religiosas.
Siampre hubo entre ellos algunos dignos ministros
del Evangelio, que favorecieron los progresos de la
civilizacion
y
fueron
ver~aderos
padr s de los in–
dios. Aun eptre los poco ajustados en su conducta,
se hallaron hombres, que hicieron mucho bien á las
familias,
y
en lugares desamparados
ó
poco provis–
tos eran la providencia de los viajeros. Mucho debe
atenuarse la responsabilidad de los más culpables;
porque no entraban
á
su difícil carrera por una fir-