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D. MANUEL AMAT

Y

JUNIENT~

135

1a más triste orfandad aquellas criaturas inocentes.

Tan horribles atentados fneron denunciados por

el Cabildo del Cuzco en una representacion al Mo–

narca, que expidió órdenes enérgicas para la inves–

iigacion

y

represion de los delincuentes. Indig–

nado el Virey por noticias anteriores, dirigió á los

~orregidores

circulares vehementes

y

nombró co–

misionados para recoger los efectos mal distribui–

-dos

y

dar soltura á los deudores presos en cárceles

ú

obrajes. La Audiencia de Charcas quiso tambien

hacer justicia. Pero como el daño estaba en los mis–

mos repartimientos; miéntras no fuesen abolidos,

la iniquidad habia de llenar todas las medidas,

.atraer la cólera del cielo

y

hacer rebosar la de los

hombres.

Si eran enormes los excesos de los que habían de

asegurar el 6rden social con la administracion de

justicia; no debían lamentarse ménos los de los

cur3:s,

á

quienes correspondía ser el espíritu vi vifi–

-cador de los pueblos con sus influencias religiosas.

Siampre hubo entre ellos algunos dignos ministros

del Evangelio, que favorecieron los progresos de la

civilizacion

y

fueron

ver~aderos

padr s de los in–

dios. Aun eptre los poco ajustados en su conducta,

se hallaron hombres, que hicieron mucho bien á las

familias,

y

en lugares desamparados

ó

poco provis–

tos eran la providencia de los viajeros. Mucho debe

atenuarse la responsabilidad de los más culpables;

porque no entraban

á

su difícil carrera por una fir-