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D. MANUEL AMAT Y JUNIENT.

aj nsticiados once de ellos

y

sus cabezas puestas en

escarpias

á

las entradas de Lima .

y

del Callao; un

· cómplice S<:tcado del asilo· pasó por debajo de la hor–

ca, junto con las mancebas de Rueda

y

Pulido, que,

despues de recibir sendos azotes, salieron con la ca–

beza rapada. Desempeñados algunos trabajos humi- ·

llantes, fueron confinadas al presidio de Valdi via,

una de ellas

á

vivir en union de su marido.

En las provincias hubo repetidos tumultos, que

pudieran calificarse de leves por su corta duracion

y

aislamiento,

y

cedieron por sí mismos

6

con una

mezcla de riguroso aparato

y

de indulgencia. Tales

fueron los de Chuco en el Norte,

y

los más difun–

didos por el Sur, en las pro' incias de icasica

y

Pacages. Mas todos

~sos

movimientos turbulentos

reconocian por principal causa la abominable

t~ra­

nía de los repartimientos,

y

podian considerarse

como los terribles anuncios de la destructora explo–

sion, con que amenazaba

á

los opresores el fu l'ioso

resentimiento de sus

víctim~s.

Los correi::;idores,

·verdaderos diptongos de comerciantes y jueces, s·e–

gun la expresion del

Vir-ey,

habían cambiado

ó

tor–

-0ian la vara de la

j

tlSticia con la del comercio .

Apéna nombrados, ·se surtían, al

fi

Jo, de lo dra–

gones de lm cen , comprando ya

muy

recargndos

los efectos averiados, los absolutamente

insen~ibles

6

sin uso alguno para los indios. Al llegará la pro–

vincia, los distribuían

á

viva fuerza

6

con engm1o,

en una

ó

.dos semanas, por valor de 200.000

ó

más