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rn8

D. MANUEL AMAT Y JUNIENT.

tr+ion

y

Astuto,

con ocasion de no ajustárseles

á

su

gusto los sueldos devengados. La insubordinacion,

.que habia resistido

á

las mas sérias intimaciones,

parecía tanto má$ peligrosa, cuanto que en aqué–

lla

escuadras~ expedic~n

ocho millones de pesos. El

Virey,

á

quien los capitanes habían pedido con

instancia medidas de seguridad, voló al Callao;

enarboió en uno de sus· torreones la bandera de

justicia, asegurándola con siete ·cañonazos; con

parte de la guarnicion fué

á

los buques; hizo colgar

inµiediatamente de las entenas

á

dos cabecillas

ya.

juzgados; diezmando á los .demas culpables, sa06

por sorteo diez

y

siete de los diezmados para aroa–

bucearlos inmediatamente; otros treinta y cuatr(i),.

despues de pasados por el cañon, fueron

presidio

y

de allí

á

concluir su servicio marítimo.

El escarmiento

f

ué tan eficaz , que en la larga

navegacion no ocurrió la más leve perturbacion de·

la disciplina. Mas el Monarca, que no llevaba

á

bien

tan gran severidad, decretó, que en adelante las

causas de los marinos se resol viesen por sus propios

comandantes.

A

su vez el Virey representó contra

u na órden real, en que se disponía

~a

incorporacion

de los desertores españoles

á

las fuerzas coloniales,

temiendo con razon. que aquellos delincuentes fue–

sen al mü;mo tiempo causa de indisciplina

y

azote de

los pueblos. Para que los jefes no perdiesen el espí–

rítu militar con sus aspiraciones

á

enriquecerse, en

de tinos civiles, como habian conseguido algunos.