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D. MANUEL
.AMAT
Y JUNIENT.
Callao, se ejecutaron grandes obras,
y
se organizó
bien alguna fuerza. Las milicias de Lima recibie–
. ron una trasformacion brillante.
Publicado un bando para que en la capital se
alistasen los hombres de cualquier condicion
y
es–
tado, desde la edad de catorce años hasta la de se–
s~nta,
todos acudieron s<;>lícitos al llamamiento,
y
resueltos
á
sacrificarse por la religion, el Rey y la
patria. Con repetidos ejercicios, que el Virey ani–
maba con su presencia, se convirtió la ciudad en
una plaza de arma . Los milicianos excitados por
la emulacion de pericia militar
~aniobraban
con
perfeccion , hacían tiros certeros , y en los repetidos
alardes parecían soldados aguerridos por sus fáci–
les evoluciones
y
admirable destreza en los fuegos.
La riqueza y distintivo de los uniformes realzaban
el marcial aspecto. El Virey vistió cuatro compa–
ñías de granaderos, dos de
á
104 hombres lo fueron
por la Audiencia
y
el Tribunal de Cuentas, 800 por
el Cabildo, 1.000 por el
Consl~lado,
y
otras muchas
compañías fueron uniformadas por títulos, caballe–
ros
ó
comerciantes particulares. La infantería se
compuso de 5.251 plazas,
y
la caballería de 2.197.
Amat servia de coronel en el regimiento de la no–
bleza, que contaba 384 hombres.
Aunque no tardó en celebrarse la paz, no se
echaron en olvido los ejercicios militares,
á
fin de
que -la adquirida disciplina no se perdiese con el
desuso. Para alentar
á
nuevos sacrificios hizo el