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EL

CONDE DE SUPERUNDA.

121

las ren

illas.

La ereccion de la provincia de Hua–

machuco, que fué separada de la de Cajamarca,

cortó de raíz ciertos desórdenes, originados por la

falta

ó

inhabilidad de la autoridad local superiot,

acallando las inquietudes

y

recelos, que áun subsis–

tían á causa de un tumulto, ocurrido ántes en el

pueblo de Otusco.

No fueron tan apacibles las relaciones con otras

potencias. El Monar a, en vista de las infracciones

cometidas por la Corona de Portugal, declaró que

el tratado de límites debía considerarse como nulo;

llamó á la córte al guamanguino, Marqués de Val–

delirios, que estaba á la cabeza de la comision de–

marcadora, y mandó restituir á los neófitos del

Uruguay los bienes y los pueblos de que habían sido

desposeidos á viva fuerza. Debía, sin embargo,

continuar la buena armonía entre las fronteras del

Perú

y

del Brasil; pero un jefe brasilero se avanz6

en plena paz á las misiones de Mojos, ocupó

y

for–

tificó el pueblo de Santa Rosa, que no pudo ser re.–

cobrado,

ni

con las amonestaciones amigables, ni

por la accion de las armas.

De mayor

trascendenc~a

fueron para la monar–

quía las hostilidades con la Inglaterra,

á

que im–

prudentemente se lanzó, no por intereses naciona–

les, sino ·por conveniencias dinásticas. Una de las

más ilustres,

y

de las primeras víctimas de esta

mal aconsejada guerra fué el buen Conde de Supe–

.runda. La edad avanzada, las grandes viTtudes

y