EL
CONDE DE SUPERUNDA.
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las ren
illas.
La ereccion de la provincia de Hua–
machuco, que fué separada de la de Cajamarca,
cortó de raíz ciertos desórdenes, originados por la
falta
ó
inhabilidad de la autoridad local superiot,
acallando las inquietudes
y
recelos, que áun subsis–
tían á causa de un tumulto, ocurrido ántes en el
pueblo de Otusco.
No fueron tan apacibles las relaciones con otras
potencias. El Monar a, en vista de las infracciones
cometidas por la Corona de Portugal, declaró que
el tratado de límites debía considerarse como nulo;
llamó á la córte al guamanguino, Marqués de Val–
delirios, que estaba á la cabeza de la comision de–
marcadora, y mandó restituir á los neófitos del
Uruguay los bienes y los pueblos de que habían sido
desposeidos á viva fuerza. Debía, sin embargo,
continuar la buena armonía entre las fronteras del
Perú
y
del Brasil; pero un jefe brasilero se avanz6
en plena paz á las misiones de Mojos, ocupó
y
for–
tificó el pueblo de Santa Rosa, que no pudo ser re.–
cobrado,
ni
con las amonestaciones amigables, ni
por la accion de las armas.
De mayor
trascendenc~a
fueron para la monar–
quía las hostilidades con la Inglaterra,
á
que im–
prudentemente se lanzó, no por intereses naciona–
les, sino ·por conveniencias dinásticas. Una de las
más ilustres,
y
de las primeras víctimas de esta
mal aconsejada guerra fué el buen Conde de Supe–
.runda. La edad avanzada, las grandes viTtudes
y