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D. MANUEL
AMAT
Y JUNIENT.
voz mágica de
li
~ertad
podia despertar el más
terible furor en millones de siervos. La riqueza,
el poder
y
las consideraciones inherentes
á
la in–
dependencia, se vislumbraban ya por algunos es–
,píritus avanzados, tentándolos
á
salir del pupilaje
colonial. El Rey, á quien la nobleza, privada de
empleos y de encomiendas, no podia pre. tar un apo–
yo eficaz, ni entusiasta, estaba perdiendo la milicia
.r;nás activa, influyente y numerosa con la secula–
rizacion de las doctrinas,
y
la expulsion de los je–
suitas, fortísimas columnas estos del poder absoluto,
y
muy adictos
lo~
frailes á la ciega obediencia.
Comprendiendo bien el Virey las ·nuevas necesi–
dades militares,' procuró con esmero reunir los in–
dispensables elementos de guerra. La sala de ar–
mas, que contenía poco más de cinco mil fusiles
inservibles,
y
no ofrecía, ni el personal, ni las
condiciones materiales precisas para la conserva–
cion del armamento en buen estado, fué bien sur–
tida con las armas venidas de Europa; obtuvo jefes
competentes; recibió mayor eºxtension, y se arre–
gló del modo conveniente para evitar deterio1·os y
defraudaciones. Con igual solicitud se atendió
á
la
abundante fabricacion de bien acondicionada pól–
vora de
fa.
que con poca reíle ion·se e tableció un
depósito en uno de los baluartes de la muralla,
próximo
á
la portada de Barbones. Mej oróse la fun–
dicion de artillería, si bien algunos cañones no pu–
dieron resistir las últimas pruebas, accidente de