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I

EL· CONDE DE SUPERUNDA.

109

deudas forzadas, imaginarias

y

sin utilidad propia,

iban

á

ser atormentados de la manera más in.–

humana,

á

perder su pequeño peculio, el fruto de

su trabajo, su libertad,

y

más de una vez su vida.

Si

bien se creyó asegurar la recta administracion

de justicia, enviando de España algunos corre–

gidores militares; pocoi:; dejaron de contagiarse con

_el mal ejemplo; todos aspiraban á enriquecerse

pronto,

y

seguian easi siempre la senda trazada por

la codicia, sin miedo

y

sin escrúpulos.

El ramo de alcabalas no sólo mejoró con la pagada

p<i>r los corregidores, segun la extension de sus re–

partimientos, sino principalmente por la reforma de

su

admi~istracion.

Antes se es.timaban caprichosa–

mente los efectos de la tierra en cada caso par–

ticular,

y

se cometian grandes fraude cubriendo

6

-chancelando lbs cargos de los comerciantes por

10s.

géneros entrados

y

extraidos, con salidas aparen–

tes

6

arbitrarias para lugares remotos, donde

la

eobranza de derechos se hacia ilusoria. La hacienda

se perjudicaba tambien con largos remates, que

fueron reducidos al término de cuatro

6

cinco años

con ventaja c©nocida.

Más

prnntos

y

mejores resul–

tados se notaron de no permitir ninguna extraccion

de efectos sin afianzar el pago,

y

de someter los de

la tierra

á

una tarifa flja.

El ramo de tri bu to adelantaba de día en dia, por

la incorpor cion le las encomienda vacantes

á

la

corona,

y

porque. si bien continuaban las oculta-