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I
EL· CONDE DE SUPERUNDA.
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deudas forzadas, imaginarias
y
sin utilidad propia,
iban
á
ser atormentados de la manera más in.–
humana,
á
perder su pequeño peculio, el fruto de
su trabajo, su libertad,
y
más de una vez su vida.
Si
bien se creyó asegurar la recta administracion
de justicia, enviando de España algunos corre–
gidores militares; pocoi:; dejaron de contagiarse con
_el mal ejemplo; todos aspiraban á enriquecerse
pronto,
y
seguian easi siempre la senda trazada por
la codicia, sin miedo
y
sin escrúpulos.
El ramo de alcabalas no sólo mejoró con la pagada
p<i>r los corregidores, segun la extension de sus re–
partimientos, sino principalmente por la reforma de
su
admi~istracion.
Antes se es.timaban caprichosa–
mente los efectos de la tierra en cada caso par–
ticular,
y
se cometian grandes fraude cubriendo
6
-chancelando lbs cargos de los comerciantes por
10s.
géneros entrados
y
extraidos, con salidas aparen–
tes
6
arbitrarias para lugares remotos, donde
la
eobranza de derechos se hacia ilusoria. La hacienda
se perjudicaba tambien con largos remates, que
fueron reducidos al término de cuatro
6
cinco años
con ventaja c©nocida.
Más
prnntos
y
mejores resul–
tados se notaron de no permitir ninguna extraccion
de efectos sin afianzar el pago,
y
de someter los de
la tierra
á
una tarifa flja.
El ramo de tri bu to adelantaba de día en dia, por
la incorpor cion le las encomienda vacantes
á
la
corona,
y
porque. si bien continuaban las oculta-