EL CONDE DE UPERUNDA.
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.apoyo
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tolerancia, que h llaron n us superiores.
O diendo
á
la considera ion de lo in onvenient ,
que pudiera traer la obs rvancia el
"U~
rio e tra–
judicial ordenado por 1 Duqu de la P lata, re ol-
vió el Rey, que no se pusiese en práctica· pero con–
dolido de las extorsion s, que se h ci n
á
los in–
dios por la administr cion d s· cr m ntos, ncarg6
S.
M. la fiel ob ervanci de lo ranc 1 eclesi s–
ticos. Par e itar el ab ndono de las doctrinas de–
cretó, que ning n párroco po yese cátedra ni nin–
gun otro destino, incorp.patible con la asidua resi–
.dencia.
Al
mismo tiempo, que el Gobierno se e forz ba por
refrenar los excesos de los curas, par ci utorizar
Jos de los corregidores, reglament ndo sus r p rti–
mientos
forzoso~
de efecto . La 1 y había condenado
en vano una iniquidad tan enorme, como p t nte.
Los jueces de residenci , aunque estaban encar a–
dos·de investigarla por la no en· de u· pregunta
~
la pasaban por alto,
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hall ban en 1 impot ncia
de condenar exce ·os en que todo caian,. de que to–
dos quedaban impunes. L toleranci· arr· i ad hi–
zo, que fuese considerándos 1 inju tificable traba–
jo oomo un mal forzoso. Con esta conviceion pen.
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Castel-Fuerte, que con endria re 1 mentarlo; el
bondadoso Villagarcía desentendió las prevenciones,
que al efecto babia recibido de la Oórte; por des–
gracia, el Conde de Supetunda activó el sunto,
y
despues de detenidas consultas fprmuló un proyecto,.