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EL CONDE ·DE SUPERUNDA.
jesuitas manifestaron, que los neófitos opondrían
una resistencia desesperada; y era de suponer, que ,
.no é!iCcederian de buen grado
á
entregarse como un
vil r,ebaño
á
los descendientes de los mamelucos,
y
no se alej arian
~ino
á
viva fuerza de la casa , don–
de habían gozado una existencia apacible, de ·la
iglesia, que veneraban
y
del hermoso panteon, don- ·
de reposaban las, cenizas de sus mayores. La córte,
que no
te1?-ía
cuenta de tan justas observaciones,
decidió, que las fuerzas de ambas coronas llevasen
á
cabo la entrega. Una primera expedicion fracasó
por falta de concierto;· en la segunda tuvieron los
paraguayos fuera de combate 1.200· hombres, entre
muertos
y
prisioneros, en un choque ocurrid.o
á
14
leguas- de la primera reduccion; 1.000
so~dados
en–
viados de la Península
y
más de 2.000.000 de pe–
sos,
r~.mitidos
por el Virey, facilitaron la ocupacion
militar de los pueblos ; pero la entrega no tuvo,
efecto, porque el Comisario portugues no llenó los
cqmpromisos de su córte . Sin embargo, la resisten–
ci'a de los neófitos fué imputada
á
los jesuitas como
un crímen de Estado.
El Gobierno, que había precisado más sus rela–
ciunes con la Santa Sede por un concordato, iba
haciendo sentir en todas partes su supremacía al
clero, siempre dispuesto
á
ensanchar la -esfera de
sus prerogativas. El Santo Oficio, aunque despres–
tigiado por el proceso de dos inquisidores, preten–
día, que sus ministros gozasen del fuero activo en