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EL CONDE DE SUPERUNPA.

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neda. Huancavelica, mejor gobernada, estaba sur–

tiendo abundantemente de azogues , cuando . se re–

cibió una real órden para suspender las labores, con

las precauciones convenientes para emprenderlas de

nuevo_en caso necesario. Pensaba el Rey proveer

á

todas las minas de América con los azogues de Al–

maden, proponiéndose conseguir en el Perú el ali–

vio de los indios con la abolicion de la mita ·más

cruel, el de los mineros con la rebaja del precio en

el principal elemento de los beneficios .,

y

el de la

hacienda evitando extravíos, malas pagas

y

toda

suerte de fraudes. Vacilaba el Conde en la suspen;–

sion de

!

abores, por el peligro inminente de que

entre tanto se inutilizára la preciosa mina, .falta de

las reparaciones

y

cuidados indispensables ;

y

no–

tard6 en felicitarse de su indecision; porque una

nueva real órden le prevenía activar los trabajos,.

á fin de surtir no sólo al Perú, sino á Méjico

y

Gua–

temala, por cuanto un hundimiento impedía pro–

veerse del opulento Almaden. En efecto, redoblando

las diligencia , pudieron enviarse

á

Méjico, ep. vá–

rias partidas, catorce mil quintales de az·ogue, sin

desatender las minB.s del Perú. A poco tiempo, la

baja ley del mineral obligó á dispen ar del pago del

quin to

á

los mineros, que de otro modo no habrian

podido costearse. Los de Potosí hacia mucho, que no

subsistían de las casi exhaustas vetas del afamado.

cerro, sino de las ventajas, que les proporcionaba

aquel e ntro de !escates

y

de movimiento mercantil