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SOOIH?. L l\EVOL CIOl'\ DE INGLATERRA.
4·2\J'
1
s
¡
ligro interiore , y Guillermo
á
u vez e indignaba de hallar on
aquel mi mo pu·eblo
y
en aquellos mismos partido que le debian u liber–
tat.1 tan poco afecto y ardor respecto ele la gran causa, con la cual e–
gun u opiaion estaban vinculada su felicidad polltica y u derecho . De
aqul provenían entre el rey yel parlamento desacuerdo , amargura y
r,onOi tos que turbaban y causaban agitaciones en el nuevo gobierno.
Guillermo conocia sus propias fuerzas
y
las empleaba con dema iada o ten–
tacion : llegó hasta el estremo de decir que si sus inteneione no eran
mejor comprendidas y apoyadas podría muy bien suceder que ahdicára
la corona de Inglaterra y se voh iera
á
Holanda.
Al. amenazar algun peligro, el parlamento, los partidos, la iglesia
y
1pueblo conocían lo muy nace ario que les era el rey Guillermo , y en–
tonce e apr uraban
á
colmarlo de solicita atencione ; ma · no tarda–
ban en renacer las mútuas antipatías : lo partidos vol ian
á
us rivalida–
des; el pueblo
á
su preocupacfones
é
ignorancia y el r
á
us planes d
politica
europ~a,
á
su exigencias de guerra,
y
á
su alarde de poder.
Los partidarios de Jacobo volvieron
á
concebir esperanza
y
no por
haber siclo derrotados en Irlanda y Escocia, ni descubiertos
y
condenado
n Inglaterra desistían en sus tentativas de guerra civil
y
de seuicion.
ílasta entre los mismos consejeros de Guillermo tenia el destronado mo–
narca corre pon alas que le aseguraban algunas probabilidades para 1
l orvenir. Durante todo el cur o de este reinado, las in tituciones de
1688
se vieron continuamente atacadas
é
inseguras
á
pesar del fácil de–
enlace de la revolucion, del carácter enérgico del rey y de la sincera
adhesion del pais.
El mi mo mal siguió reproduciéndose mientras la reina Ana ocupó el
trono. Lo ' big
y
los torys se disputaron con encarnizamiento el poder.
En la lucha europea que produjo la guerra de sucesion de España, e os
lo partidos abrazaron por de pronto el sistema de intervencion
y
deguer–
ra continental del rey Guillermo. Arrastrados por la costumbre por
alguna victoria los
whig~
quisieron hacer la guerra de un modo desco–
nocido innece ario. Los torys por el contrario edecidieron por la paz;
ta era lambien la opinion general de Inglaterra,
y
hasta la reina na
manifestaba di puesta
á
favorecerla.
Lograron por fin mediante,el tratado de Utrech poner t rmino
á
la
iluacion violenta
y
precaria n que se hallaba Ja Europa; mas no por e
pudi ron lo tory hacer que se olvidaran las afinidad que naturalmen–
te l nian con lo partidario de Jacobo.
Di
perlaron
á
pesar d ufidelidad
.
5~