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S BRE LA l\E\'01.
CJO~
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ll\'GLATl\fillA .
40
f
tu lleno d teoria
el corazon di pue to
á
dejar e llevar de pa ion .
incompatibles con las luchas mrrijeradas
y
las transacciones naturales n
la monarqufa constitucional ; los mas moderados apreciaban las probabili–
dades
y
se deslizaban por la pendiente de las nueva revoluciones con una
facilidad repugnante á todo órden estable
y
legal. El veneno revoluciona–
rio modificado, pero no espelido irculaba todavia en la venas de una
gran parte de la nacion inglesa, ha
i
ndola ivir en un e lado de intem–
perancia polilica llena de oh Láculos
y
de peligros para el poder.
El.e piritu de reaccion, e a enfermedad de lo partidos vonce<loresdaba
incesante pábulo al espiritu de revolucion. Jo se entienda por e o. qu
tratamo de prohijar lodos Jo ·cargos que la historia ha e obre e le
particular
á
lo reali tas
y
á
la iglesia angli(i('lna: las revolu ion qu han
dominado mucho tiempo ,
y
que al fin han sido detenida n u u1 o
tienen Ja arrogancia de pretender que permanezcanintactas la inju ti ia
que han cometido: es necesario ontenlarse con reprimir en lo 'ucesivo u
poder maléfico,
y
calificar de reaccion todo Jo que conduzca á r media r
los males que han causado. Entre las medidas tomadas bajo el reinado do
Cárlos 11 para indemnizar á los realistas legos ó ecle iásti o ele la p r–
didas sufridas durante Ja revolucion hubo muchas que no fueronmas que
un retroceso natural
y
necesario hácia el derecho violado. Mas sem
~antes
retrocesos tienen limite que el buen sentido indica
á
la pollli a de lo
gobiernos
y
al interés de los mismos partidos. Jo es posible remediar In
iujusticia por medio de la injusticia, ni se ataja una revolucion ponien–
do en juego provocaciones
y
venganza . Toda reparacion que e reví t
de semejantes carácteres pierde suderecho,
y
se convierte en grave peli–
gro hasta para la misma ausa á cu o servicio está consagrada.
La reaccion
religio~a
fue particularmente la que incurrió en tiempo
de Cárlos
Ir
en esos
deplorabl~s
abuso ,
y
no fue ciertamente por repara–
cion de los perjuicios que la iglesia anglicana había sufrido sino por una
vengativa persecucion de las sectas disidentes,
y
faltando
á
la palabra
dada
á
los mas moderados de esas sectas
á
quienes el reyen el momento
de su restauracion habia prometido solemnemente libertad . Cárlos inten–
tó repetidas veces cumplir su palabra
y
asegurar á Jos disidentes alguna
tolerancia ; la persecucion repugnaba á su buen sentido ,
á
la dulzura de
us costumbres,
á
su indiferencia religiosa
y
á
su secreta inclinacion en
favor de los católicos. Pero sus frios
y
débiles deseos de justicia cedían
prontamente
á
la obstinacion de las rencillas esclesiásticas
y
al arrebato
de las pasione populares , á las cuales el partido r alista ciego
ú
arras-
f