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SOBllE Li\ llEVOLUCIO OE INt> LA'IEllH,1.
1{i)3
cional'io habia caido totalmente en de crédito ; la corona y la ámara de
lo lores estaban ya en posesion de su derechos
y
gerarquía ; pero eran
lemasiado rudos los golpe que la revolucion les babia dado para que
aun despues de po trados sus enemigos se atrevieran
á
ostentar toda su
antigua superioridad y ni la faltas ni las de.gracias de Ja cámara baj¡¡.
con iguieron borrar enteramente el recuerdo de su t rriblos ictorias.
Una vezdueño el partido realista ensus relaciones con la corona
y
la
administraoion del Estado se adj udioó las conqui tas esenciales del Par–
lamento Largo. Mucha,
y
algunas veces violenta debía ser la confusion
antes que los diversos partido
Torys
ó
n
ltigs ,
on ervadores ó de la
oposicion hubiesen aprendido á no abu ar de aquella conqui las,
om~
prendiendo bien su fuerza
y
sentido, y
á.
mantener entre los grande po–
deres públicos aquella complicada armonía que constituyo elmérito y la
dificultades del gobierno con lituoional.
Ma
al traves de lo en'ayos de
ese aprendizaje
y
á.
pesar de apariencia yformas nopocas veces contra–
dictorias Ja influencia preponderante de la cámara baja en la co a pública
fuodesdo el reinado de Cárlos II un hecho cada vez rna vidente y Io–
sitivo.
Al lado, ómas bien sobre esos dos hechos políticos e olocaba el he–
cho religio oigualmente consumado por la revolucion, o Loe , el dominio
completo
y
deHnitivo del protestantismo enInglaterra. Ciertoes que nun–
ca los protestantes ingle es habían estado mas tenazmente do unido , y
que con justa razon podía Bossuot tomar e el magnínco placer de con....
templar
y
describir sus divisiones
y
su altercado :
fas
la unidad de una
fé
y
de una comun inclinacion 11ubsistian en aquella ectas que divergían
en todos sentidos : en medio de sus propios comLate toda profesaban
el Evangelio y combatían todas con igual ardor contra el catolicismo. La
libertad de conciencia sin cesar desconocida Y·oprimida por ellas y entre
ellas les era á todas igualmente grata contra Ja iglesia romana, y tocia
la habian irrevocablemente adquirido .
Eso es todo lo que en supensamiento general
é
intimo pedia el pue–
blo ingles de aquella monarquía , cuya re.stauracion saludaba con entu–
siasmo, hallándose decidido
á
soportar por mucho tiempo las fallas de
un gobierno que le asegurase esos tres re ultados de la re olucion que
acababa de sufrir.
Pero eso fue precisamente loque ni árlo
11
ni JacoLo
JI
no supi ron
ó
no quisieron conceder.
Cárlos
JI
fue en lo tocante
á
polltica demasiado ensato ó demasiado