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XXXIV
Prólogo.
á par del alma ver á un hombre de carácter tan
noble y tan simpático como nuestro cronista, des–
atarse, llevado de su apasionamiento, en improperios
contra Gonzalo Pizarro y los que le siguieron hasta
el fin de su triste jornada, recrearse con la idea de su
muerte y disculpar .
y
áun apla.udir los crímenes más
horrendos
y
repugnantes de los realistas, si se co–
metian con los amigos y secuaces de aquel valeroso
aunque obcecado caudillo. Hablando de Alonso de
Toro, teniente de Gonzalo Pizarro en el Cuzco, dice:
"que como tratase ásperamente á los que via que se
inclinaban
al
servicio del Rey nuestro señor, luégo
comenzó
á
ser aborrecido de muchos, y conjuraban
contra él, tratándole la muerte, siendo el autor prin–
cipal un clérigo vizcaino, llamado Domingo R uiz, con
otros vizcainos; los cuales determinadamente acorda–
ron en dar la
mu~rte
al capitan Alonso de Toro;
y
porque vian que andaba sie.mpre muy acompañado, no
se tuvieron por bastantes de ponello en obra al des–
cubierto, sino aguardar á que fuese á visitar á la
mujer del inca Páulu, que - estaba enferma,
é
á. .quel
padre Domingo Ruiz y Joánes de Cortaza con los
<lemas estuviesen en parte que lo viesen entrar, y con
una ballesta le tirasen una jara
ó
arpon
de tal .manera,
que el golpe, no saliendo en vacío, ,hiciese camino por sus
entrañas
y
corazon,' para que, quedando muerto,
libre-