XXXVI
.Prólogo.
fines,
el
móvil
:r
resorte secreto de la historia, ni -guia -
por aquella
ó
adereza los acontecimientos y la conduc–
ta de los personajes que en la accion intervienen; los
arranques de su entusiasmo y las protestas -de su leal
enojo quedan para los juicios
y
comentarios que le su-_
gieren sucesos culminantes y acciones muy seQ.aladas,
ó
no pasan del estilo, que adquiere en ocasiones cierta
vehemencia candorosa muy en armonía con los pocos
años del cronista. Repárese, sino, en
él
notabilísimo
contraste que forman los hechos
y
los actos referidos,
con su manera de juzgarlos bajo
el
doble punto de
vista de su amor al Rey
y
de su ódio
á
los rebeldes.
Y este género de inconsecuencia, harto comun en
los que, al escribir, se apasionan sin arte y con fran–
queza, en nuestro historiador lo es . tanto, que
á
mi
modo de ver constituye la más característica· de sus
genialidades. En prueba de ello, baste citar un
ejemplo.
El amor al prójimo indiano y un generoso senti–
miento de conmiseracion por la triste suerte á que le
habia reducido la
Conquist~,
brillan en multitud de lu–
gares de la Crónica de Cieza, y especialmente
y
de tal
modo en la segunda parte, donde trata del antiguo po–
derío de los incas, que ha merecido deJ insigne Pres–
·cott el siguiente caluroso
elogi~: "~mientras· q~e
hace
completa j usticia al mérito
y
capacidad de las razas