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·'

Prólogo.

~XXVII

conquistadas, habla con indignacion de las atrocidades

de los españoles

y

de la tendencia desmoralizadora de

la Conquista. No era fanático, puesto que su corazon

estaba lleno de benevolencia para

el

desgraciado indí–

gena; y en su lenguaje, si no se descubre la llama abra–

sadora del mjsionero, se encuentra un rayo generoso

de filantropía, que envuelve

ta~to

al conquistador como

al conquistado, co;isiderándolos hermanos"

(a).

Pues

véase ahora cómo nuestro filántropo se expresa respec–

to de una laya de naturales popayaneses, á quienes co–

noció más de cerca que á los antiguos peruanos.

''Los

pozos,

como entendian la guerra de sus comar–

canos, aguardábanlos por algunas partes y prendieron

aqueste dia más de cincuenta personas; y como la Pás–

cua de Resurr_eccion Santísima quiere

~enir,

que los

carniceros, amolados· sus navajones, degüellan á los

inútiles carneros, ansí estos indios son gran gana de

comer de sus tan confines en parentesco y allegados á

su pátria, pues no hay más de una lengua de una pro-

. vincia á otra,' con cuchillos de pedernal los hacian pie–

zas. Y una cosa noté, porque infinitas veces lo ví por

mis propios ojos, que así como eran presos los mal–

aventurados por sus enemigos, sin hablar palabra, se

abajaban fasta que con un bastan, dado en la cabeza

(a)

LA CONQUISTA DE

PERú,

Adic. al lib.

I.

***