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XL

Prólogo.

los dientes de los perros, tenian sus velas y

centin~las

no muy léjos del real de los cristianos, y como sintie-

,

sen su subida por el cerro, dieron al arma con gran-

des voces; y como la fuerza y poder de los bárbaros

estaba en la cumbre de todo el collado, oyeron las vo–

ces y

entendier.on

sus crueles enemigos estar tan cerca

dellos, y huyeron con ser más de tres mill y los cristia–

nos .cuarenta

(a)."

II.

A estas observaciones acerca del carácter y· mérito

de Cieza, considerado como historiador, hubiera yo

querido que siguiesen abundantes noticias de su vida

y persona. Por desgracia, el prir_nero de los cronistas

del Perú, y quizás de las Indias, se halla en el mismo

~aso

que la mayoría de nuestras celebridades literarias

del siglo

XVI:

se le conoce únicamente por sus escritos,

'y

se sabe de aquellas lo que en éstos nos quiso decir

ó

dijo por incidencia. :A:sí, pues,, y áun cuando he procu–

rado ilustrar con no pocos documentos la época de su

(a)

LA

GuERRA

DE

Qu ITo,

cap.

CXLfII.

)

l