Prólogo.
XXXI
fué
amigo de los unos
y
enemigo de los otros; peleó
junto á ellos
6
con ellos; padeció sus hambres; dis- ·
frutó de sus botines; los vió vivir
y
morir, pudo es–
timarlos en lo que valian
y
juzgar con acierto de sus
obras.
Era hasta exagerado en su honradez de historia–
do~:
no se olvidó jamás de distinguir lo que contaba
por experiencia
y
vista propias, de lo que referia por .
relaciones de otros,
6
se fundaba en dichos notorios
y
dignos de crédito
6
en rumores del vulgo desprecia–
bles; á cada paso nombra los sujetos que le suministra–
ron noticias,
é
indica, extracta ó copia los documen–
tos de que se servia; de modo que el lector camina
siempre por su historia sobre seguro
y
sin recelo de
quien así la escribe
y
la comprende. Era, por fin, como
escritor, mo.desto: sus pretensiones literarias se redu–
cían
á
bien poco: que su estilo bastase á la puntualidad
y
claridad de la narracion, la cual no lleva más adorno
que contados ejemplos de los historiadores clásicos, cu-
. ya lectura
el
nuestro frecuentaba, de los Libros Sagra–
dos
y
de los Santos Padres.
Cieza de Lean tomó tan á conciencia el generoso
empeño de instruirá su patria con verdad de las accio–
nes de sus hijos en el remoto suele americano,
y
de la honra ó deshonra, fortuna ó des gracia que de
ellas le resultaban, que hubo de sacrificarle, no sola-