XXVI
Prólogo.
En este gran bosquejo-que otro nombre no merece–
de una crónica indiana, es inútil huscar la unidad his–
tórica, la proporcion
y
armonía de los miembros
6
par–
tes de qüe consta, el órden cronológico siquiera; unos
mismos sucesos se repiten
diferente~
veces
y
contados
de diferente modo;
y
el autor, léjos de hacerse cargo
de la contradiccion
y
confusiones que de est0 se ori–
ginan, con censurable ligereza aventura sus juicios
acerca de la conducta de un personaje, sin cqnocerla
por entero,
6
de los resultados de un acaecimiento gra–
ve que se inicia
6
desenvuelve en circunstancias azaro–
sas é inciertas, ántes que llegue á su término debido.
Dice Oviedo de uno de los capítulos de su obra (el
XVII del libro XLVI), que será "como pepitdria
de diversas partes
6
apetitos de este manjar,
6
como·
aquella conserva llamada composta, qué es una con–
ficion de diversos géneros de fructas (revuelto todo)
en un mesmo vaso. "-Otro tan t<:>
pudo decir de
toda ella. La cual no por eso dejará de ser tesoro ines–
timable de datos fidedignos de importancia suma
y
en
sázon acopiados,
y
de una lengua exuberante, sabrosa
y
castiza, manejada por estilo robusto, poderoso
y
apa–
sionado, donde prodigan la amenidad
y
el interés una
imaginacion viva
y
lozana, una memoria enriquecida
con ásíduas lecturas, en viajes,
c~mpañas
y
servicios pa–
laciegos,
y
una experiencia aleccionada por el tra to de