Prólogo.
XXIX
.
moria
y
los
quipus
de los más viejos orejones, -ser–
vidores, deudos ó descendientes de los últimos incas
Tupac-Yupanqui
y
Huaina-Cápac; y ántes que Juan
\
de
Betánzos~
y el padre Blas Valera, y Polo de Onde-
gado, y Santillan, y Cabello Balboa y Garcilaso, entre-
sacó de ·una maraña inestricable de fábulas
y
absurdas
tradiciones, el orígen, linaje, descendencia, política, le–
yes y religion de los autócratas cuzqueños, y sus fastos
h·az~ñosos
y
leg~ndarios.
Ejercitó nuestro
croni~ta,
ciertamente, sus grandes
·cualidades de historiador en ésta como en la primera
parte de su obra; aunque, á decir verdad, en ámbas
lucen en primer término el tino con que observa
é
investiga, la animacion
y
propiedad ton que describe
y ]a facilidad con que su pluma discurre por donde se
le antoja. Mas cuando aquellas se mostraron con toda
~ su
virtud,
fué
al entrar ya de lleno en
el
asunto capital
de su crónica: los hechos de los conquistadores,
y
es-–
pecialme~te
sus guerras intestinas; tempestad de pa–
. siones desatadas atraida por los montes de plata
y
de
.
.
oro del riquísimo suelo peruano, confusa y atropellada
muchedumbre de sucesos extraordinarios
é
inauditos,
. donde para juzgar y discenir lo criminoso de lo
heróico, lo justo de lo injusto, lo contingente de
lo necesario, lo bueno de lo malo, era preciso , ser
dueño de una prudencia consumada, una imparciali-
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