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Cqpítulo XXXIX.

IJI

y Juan

(a),

segun Josepo

De bello judaico (b),

que eli–

gió por sus defensores, ¿qué más daño pudieran los

romanos en ellos hacer que ellos mismos hicieron,

ni tanto ni ninguno

q~e

con ellos se igualara? Los de

Milan, por tomar por su capitan

á

Gualpaggo

(e),

con–

de de Angler1a, de capitan se tornó tirano,

é

la opulen–

ta cibdad de Milan destruida hasta los cimientos

fué

por Federico (

d).

No

~ay

otra libertad, no, sino las re–

públicas vivir debajo del gobierno real; y si no es

bueno, pregúntenle

á

Arequipa, cómo le

fué

en Gua–

rina, y

á

Quito en Añaquito; y si les fuera mejor no co–

nocer

á

Pizarro, y tener los unos y los otros por sobe–

rano señor al Rey, y no con colores relucientes por de

fuera

y

por dentro súcias y llenas de hollin, oponerse

contra sus ministros y

á

los que enviaba por sus dele–

gados

y

1ugares tenientes.

(a)

Hijo de Levias.

(b) Flavio Josepho, lib. IV

á

VII.

·(e) Este nombre recuerda

el

de W elphone (Guelpone), mari9o de la

célebre condesa Matilde de Toscana,

á

quien, en efecto, confiaron los

miianeses la

g~iarda

y

proteccion de sus libertades en los primeros tiem–

pos de las repúblicas lombardas. (Muratori, Ann.,

t.

6.

0

parte

z.ª-1093).

Sin

embargo, Moroni, en su

Dic. de erud. stor. eccles.,

dice que los pri–

meros

cvicecomites

de Angleria (Anghiera) fueron de la familia que más

tarde dominó en Milan con el apellido Visconti.

(d) Primero de ese nombre entre los emperadores romanos, llamado

generalf!1ente

Barbaroja.

Destruy&

á

Milan en

11 60.