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cimiento, sino por el frívolo
y
pasajero placer, de que se me
tuviese por un filósofo
a
la moda, adornado de un buen sen–
tido y superior
á
viejas quimeras
y
supersticiones, el purga•
torio decía, que fué una invencion del clero famélico,
y
una
mina inagotable, para los homhres de Iglesia. Repetia, ¿quién
por el pequeño sacrificio de pocas monedas, no sacará de una
carcel de fuego las almas de las personas que para .él fue·
ron mas amadas?
Señalaba el principio de ese lugar medio
y
lo daba pr1r
desco~ocido
en el antiguo testamento, en el
evanjelio
y
en la disciplina de los primeros siglos. Mis con–
versaciones con personas piadosas eran muy distintas. Refe–
ria casos auténticos, trasmitidos por autores respetables. Mi
error estaba en los lábios y en la pluma; no en el corazon
y el espíritu. Ni quiero disculparme en mis estravios, ni au–
mentarlos por una humildad mal entendida.
Los argumentos de los protestantes son estos: No
se
habló del purgatorio, en el sentido que
lo admite la Iglesia
r omana, en cuatrocientos años, despues de la muerte de J. C .
H asta los mil no fué
jeneralm~nte
recibido-Cuasi no
lo es
en otra Iglesia que la de Rlltna en e te dia. El santo concilio
d e Trento ha
eclara~
: [.] •
1
Hay
un purgatorio, y las almas
di>teniclas allí, son a x.iliadas por los rueg s de los
fiel~s,
y
particularmente Rºr el aceptable sacrificio del al ar." El Santo
sínodo proce i
con un cQn ci¡niljnt
perf~cto
del viejo y nue·
vo testamen o, de las <loe rlnas de
1
s pa!'lres
y
de innume–
rables litu gias.
Los dos libros de Jos Macabeos están reconocidos como
parte integrante del antiguo testamento desde el concilio ter–
cero de Cartago. (,) En estos libros, que si los protestaT1-
, tes les niegan el caracter de canünicQs
á
lo m;mos lo re–
conocen como una fiel historia, se halla escrito, que el J ene–
ral Judas Macabeo mandó dQce mil dragmas
á
J erusa lem,
para que se empleasen en sacrificios por las almas de los que
habían muerto en la batalla. Contemplaba padeciendo
a
los
que, contra su orden, tenian en sus cuerpos especies que les
eran prohibidas el tomar. Con este motivo
pronuncia esta
sentencia, que nos es tan conocida:
"E~
cosa santa
y
salu–
dable rogar por los que han muerto, para que st:an perdo-
-----------·~·---
[.]
Ses.
25.
[,]
S. Cipriano, S. Aguslin, Inocencio
l.
0