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la
corte de
los
reyes
de Juda,
es elocuente
y
'pulido eom,o
los Cicerones y Demosteenes. AmQs sacado del arado
y
de
apacenta•r ovejas, acompaña siempre las verdades que anun–
cia, de parábolas y comparaciones todas fie su primer
~sta
do.
Jeremias tiene una el0cuencia 'Vehemente. En Daniel se
percibe una eduoacion cultivada. En cu.anto al nuevo testamen–
to, 'el griego de S. Lucas, autor del
evanjelio que
ti.ene su
nol.llbre y de las actas de los Apóstoles, es mas puro, que
el de los otros libros. , Es S. Juan sublíme y elocuente; San
P edro símple: hay en San Juan mas dulzura , que en los
otros.
·
No hay motivo de dudar, que el autor es el mismo Dios.
Despreciemns la crítica injusta de los filósofos
a
la moda. Por
.mi parte, me retracto de cuanto antes escribi sobre este pun·
to, con aire orgulloso, que no era sino crasa ignorancia. ¿9,ué
seria de nosotros, sino diesemos crédito
á
las escrituras? Ellas
son un todo infalible, una autoridad soberana, una regla evi–
dente para decidir las c11estiones. tanto de
fé
como de cos–
tumbres.
u verdad es la Yerdad de Dios mismo, que no
puede engañars
ni engañarnos.
Si hallamos en la escritu–
ra alguna rosa, qu
n s repugna, sigamos la dootrina de S.
Jerónimo: [.] at ibu:Yamos las falt s á
l• s cq istas,
á
los in...
terpretes, y sobre
tnao
á
nuestra propia
i~noranoia
y
sober,.
bia. Los li n is di inos son enigivas al espíritu del altivo, co–
mo destinados a alumhrar al humilde
y
al -verdadero hijo de
Ja Iglesia.
Si no creemos, por frívolos argumentos,
á
las
escritu~
ra s ¿cual es nuestra guia7
Ye
dije en otro tiempo: la razon hu.
mana.
iy bai cosa mas espuesta al error y al engaño, que la
razon1 Ella se aoomodá siempre
á
nuestras pasiones, o
á
nues•
· trPs primeros dictamenes.
iHasta donde llegaron los filósofos
con sus luces? Hasta un punto desde donde no pudieron pasar
sin el ausilio de la revelacion.
Aqm
corresponde esplicarme, aunque temblando mi pulso,
sohre la intepretacion de las escrituras. Dije en el plan del Peru:
"iA
quien dió el Señor el diccionario de interpretaciones1H
Que–
riendo pt-netrar Jos sec1wtos de Dios, y sus mas inel!crutables
misterim:, ponderaba, que entre Los hombres era una perteccion
la claridad,
y
que por tanto, ella no podia faltar en los libros
divinos. De aqui la voluntal'ia consecuencia de que debían
ser
intelijibles, ó que no eran la obra del Espíritu Santo.
[.]
Can.
5.
0
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9a.