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costumbres dé las Iglesias particulares,

¿se

mantendrán

To~

r~yes

en culpable silencio? Los ejemplos de Febronio-son muy

digno~

de considerarse: no los necesito. Me contraigo

á

lo mas

esencial del punto presente.

¡,Se me negará, que cuasi todas las

herejías, antiguas y modernas vinieron de los eclesiasticos7 Nos

engaña la historia con

IQS

nombres de muchos Obispos herejes

y

heresiarcas, enemigos del símbolo Niceno? ¡,Esos mismos Obispos

no formaban concilios

y

dictaban decretos?

¡,El destierro de

S. Juan Crisostomo; antes las persecuciones que sufrió San

Atanasio, no se trari1aron por los muchos Judas, que se mez-

claban con _los apóstoles?

.

ME parece, que oigo la contestacion: el vicario de Dios

será el que tenga cuidado de sofocar la falsa

ens~ñanza

y

sos–

tener el evanjelio en su pureza. Mi respuesta tendrá dos par–

tes.

l

~

entre tanto que el succesor de S. Pedro, toma la

instruccion precisa para resolver, principalmente en la gran

distancia de . la América

á

la Europa, se consentira, que la

mala semilla fructifique,

las plantas nocivas hechas raíces,

y

se aumente el número de los prosélitos?

¡,Las bulas mis–

mas de los Papas seran bastantes, sin el brazo fuerte del im–

perio?

¿Que

udieron las de Leon X contra la infernal cua–

drilla de Lutero? Si el Emperador Carlos V no hubiera to–

mado una parte ctiva, despues de imponerse por teologos

y

maestros de a naturalez

de esos errores hubieran sido las

consecuencías mas fatales. Era muy fácil el estracto de esa his–

toria, pero muy pesado al mismo tiempo.

Lo 2.

º

es mas grave.

¡,Me

negará el autor, cuyas opi–

niones católicas respeto, que el mismo Papa puede caer en

herejía?

¡,No

se han hecho contra ellos terribles acusaciones

en los concilios?

¿El mismo Belarmino abogado el mas te–

naz del Vaticano, no conviene en que entonces el concilio, lejí–

timamente reunido, puede deponerle? Y las autoridades se–

culares ¿cómo procederán en circunstancias tan tristes como

posibles'?-

¡,Consentiran esa independencia y soberanía absolu–

ta, porque no les compete conocer de las causas espiritua–

les

y

misterios de fé?

Esto es sostener la causa del clero, no

la de Dios. Mis reflecsiones no admiten instancia. Los he–

chos son evidentes, las consecuencias, que de ellos saco son

ciertas. Aquí no hay nada declamatorio.

TRATADA

Ja

parte, que toca

á

la

fé'.

sin desviarnos de _la

mas sana doctrina, las otras dos, es decn- sacramentos

y

d1s–

ciplina ofrecen menos

~ificultades.

No

pu~d~n

ros

Príncives

J