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141

edicto de Atalarico dirijído

a

J~1an

II,

y

qué es una · orde–

nanza para las elecciones de Papas y Metropolitanos? (.) Esa

ordenanza gravada en mármol

y

puesta en la puerta de la

Iglesia de S. Pedro, era un monumento no fácil de olvidar–

se.

ltecordamos el concilio Teodosiano

y

en él, los rescrip·

tos sobi·e impedimentos para el matrimonio

y

dispensas.

N1 se salga con la vulgar

y

repetida cantinela, de que

el temor violentó

á

condescender en esa autoridad.

Los PP.

y

los Obispos antiguos se distinguian mas por la virtud de la fortale–

za que muchos de los prelados de nuestros ti empos. ¡Quien hicie–

ra revivir

á

los Atanacios, Hilarios, H ambrosi1)S, Crisostomosl

JCerrar las puertas del templo al Señor del mundo! No con·

se.ntir la estátua de una mujer orgullosa en las cercanias del

altar! Ellos decían con S. Pablo, ¿11uién nos separará de la

caridad de Cristo? Ni las cárceles, ni las espatriaciones, ni la

muerte.

¿Quién Ice sin embelezarse las historias de esos hé·

roes del cristianismo? Mas placer siente con ellas mi alma,

que los mundanos al oir los cant(\_s de H omero

y

los pro–

dijios de val

de Hector y de Aguiles.

En oro debian es–

culpirse las palabras d

e A

mbrosill: -v' niendo del corazon

á

Jos

lábius las claus as d

c.hi>

lor: ••El pecad

n 1)

se borra, sino

por las lagrimas. NO hay ánjel, nr a1·canjel, qu

pueda per–

donarlo de otro modo-. El Sefior mismo no perdona, sino

a

los que hacen pe rtene1a. O· aconsejo, os ruego, os exhorto,

os advierto-no,, me atrevo

á

fre cer el sacrificio, si quereis

asistir

á

él.

Lo que no seri a permitido, despues de la san–

gre derramada de un solo inocente,

¡)o

sera despues de la

ele muchos?" El emperador insiste; Ambrosio le mega la en·

t.rada.

"¿Como levantareis al Señor las rnanoi', las manos que

gotean aun Ja sangre que habeis derramado injustamente? ¿Co·

mo recibireis sobre tales manos el cuerpo sagrado del Señor?

¡,Como llevareis

á

vuestra boca la sangre pr.eciosa, cuando tras–

port3:do de furor, habeis hecho una tan tcnible efusion de

sangre? retiraos pues de aquí,

y

no aumenteis vuestro crímen

con otro."

LAS

frases de S. Juan Crisostomo brillan con fuego san•

to mas intenso. Le mandan, que deje la Iglesia, de cuya pre–

lacía, se proponen separarlo, por complacer

á

la Empe ratriz,

sostenida por un conciliábulo

ini cuo.

Contesta al Empe–

rndor:

"He recibido de Dios esta Iglesia para la salud' del

(.)

532.