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123

todos sus

s11ecesores,

para mantener

y

formar sieinpr.e

ta

uni-·

dad de la Iglesia •••••••• Pensamiento tomado del padre Lai•

ries.

Se atrevió

á

decir que J. C. hizo esa vez Rºr sí, lo que.

correspon<lia

á

S. Pedro. · No se pretenda, sigue Bolgeni, po1·

e to, que solo S. Pedro

a

esclusion de todo otro, recibió el

obispado,

y

que lo comunicase despues

á

los demas aposto–

les, siendo cosa clara en los ;;antos evanjelios, que los demas

npostoles recibieron tambien el obispado iumediamente de

J.

C.>' [.]

Anovvo: ¡,Por qué texto de la escritura consta, que los

succesores de S. Pedro tendrian la potestad, que el no tuvo?

Si el

ilimitado poder· que se ha que1"ido atribuir a

los pón–

tifices, lo fundan en testos de la escritura, otro texto debia pre–

sentarse, en el que se hubiera dicho, Pedro no gozará del ab·

solutismo, vivos sus colegas,

y

la potestad entera se reserva–

ra para sus succesores: lo que equivale

~ecir,

los succeso–

res de S. Pedro son mayores, que

Jo

que el fae. Es mas

fa–

cil contestar

a

esto, llamandonos Jansenistas, que salir del con·

tlirto con pruebas y raz,mes s.ólidas. No hablemos con hom·

bres, que siguen opiniones contrarias: busquemos las letras di–

vinas.

Si la potes\ad dada

á

S. Petlno e¡;;

la que tienen

los

obispos de Roma, la

a a los apostoles, es la que conitnúa

en los obispos d

las otras Iglesias.

.

ARGUMENTEMOS ahora <;on

la historia: s1 la potestad ám–

plia y cn

m1r1l

etá

Goff

1

i a

á

los aposto les

faé

vitalicia y con

la

muerte

e.le

e los fue recayendo en lo • Sumos Pontífices, des–

de los primeros

sig~os

de la Igles

ia los

veriamos en la ple[,li–

tud de ese poder; es así que no h.ay un solo histori'ldor que

nos

refie~a

este hecho, ni por ficcion;

luego ni en S. Pedro

ni en sos succesores, se creyó la fuente de jurisdiccion,

qu~

despues se ha quericlo formar-Santiago Obispo primero de Je–

ru aien murió el año de sesenta y dos. Vivia S. Pedro, cuyo

martirio

fué

en sesenta

y

seis.

La Iglesia de Jerusalen nom–

b1:0

á

Simeon, sin que en esta eleccion, tuviese parte S. Pe–

dro. Este suceso es decisivo.

¡,Y que prueba mas clasica ele

Ja prescindencia, que se tenia del obispo de }loma, que el coQ–

cilio de Nicea?

EL

señor Sc>lis en pocas palabras compendia el aptiguo

órdcn de la eleccion de los Obispl)s, en lo que no variando

los historiadores, debemos recibirlo como un hecho induvitable.

[.]

Cap.

2.