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t12

sabe que cuando, contra la letra del evanjelio; los pontífices,

qui~

sieron constituirse superiores

á

los principes, aun en . lo tem•

poral, se trató de que el derecho canónico prevaleciese sobre

el civil y patrio. Consta de los progresos de este sistema en

la Inglaterra, esclava en un tiempo de Roma, despucs decla·

rada t•nemiga. No se han borrado de los anales las dispu–

tas entre Bonifacio VIII y el Rey de Francia Felipe el hermo·

so.

Escandalizaron

y

turbaron la pa7. i11terior del cristianismo

]as querellas de los Emperadores

y

los Papas: la impruden•

cia de S. Gregorio VII

y

la ilimitada abyeccion de Henri·

que IV de Alemania.

La

simplicidad evanjélica · habia <lesa·

parecido.

El derecho canonico se hizo un ramo de la filo..

sofia aristotélica.

Los espositores del maestro de Alejandro,

reemplazaron

a

los padres. Se introdujeron cuestiones oscu–

ras

y

peligrosas. Un segundo metodo teolójico, se sostituyo

al antiguo, como afirma el cardeña! Petrnnio. (.) Nada al·

can7.aron contra el furor

y

abusos de esos miserables tiem–

po:-:, las docfrinas de S. Juan Damaseeno. El probabili mo

destronó

á

la moral, haciendose cuestionable el decalogo.

C 11NVENI

dilucidar esta materia

ntes de esponer cuales

son las part s que oompon n

e1

derecho novis-imo.

Se han

fijado cuatro:

ec retos de

los concilos, decreta)es ele los Pontí·

fice s, regl s cancela i

, c

n~

rdat,os entre los Papas

y

los Je.

frs de las Nacio

:

añadirémos bulas pontificias posteriores

al c<m<'ili

d

'Pr

nto,.

FuE

el concilio 'le Trento un argumento copioso

á

la orí·

ti r a de los dedarndos

migos d

1

catolici mo.

Estos son Jos

q ue se qu ie ren distinguir p11r díscolos, siguiendo el torrente de

ah~urrla

ideas aceptadas por la multitud. No se nos ocultan

las a<'tivas sofi('itudes de los Papas

y

sus ajentes, para ele.

var la autoridad pontificia. deprimiendo la

igualmente divina

de

lo Obispos.

Se intentó algo contra la autoridad real. He;.

mos leido

á

Sarpi y Palavicini. Apesar de esto, so10 por una

crasa ignorancia,

e rlesconocerá, que á ese concilio se le de–

beu las refürrnas mas saludables,

y

que no se estendiese el can·

cer de

las here rías de Lutero, que se iban propagando prodi·

jiosamente en una gran parte de la Europa.

LuTERO,

Calvi110, Socino

y

los sectarios de ellos, con–

fundi endo los abusos de lo ministros de la relijicn, con los

princip ios de la

relijion mi ma; viciando

los artí culos de

fé,

·-

[. J

D. Esechar. L.

3

c.

20.