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duda una anomalía que, ántes de espirar el término de la

exencion se trate de elevar el impuesto de . 0.4 décimos de

centavo a 2 centavos por quilógramo; porque así se bur–

lan las lejitimas espectativas de los que hayan entrado en

ese negocio con la fundada esperanza de no tener que pa–

gar mas que cuatro décimos de centavo por impuesto, al es–

pirar el período de liberaeion.

No vemos la razonque autorice estejuego con los indus–

triales i capitalistas, a quienes se les presenta una via de

actividad bajo condiciones que se cambian considerablemen–

te pocos meses despues de haber ocurrido a la invitacion

que el Estado

l~s

hiciera.

El año·pasado, i en el presente, se ha juzgado necesario

abrir caminos, estudiar ferrocarriles, abrir puertos, subven–

cionar la navegacion a ellos, i esceptuar de impüesto a los

yacimientos en nuestro territorio, i ahora se

les quiere

quintuplicar el impuesto i colocarlos en igual condicion a

los mas fuertes establecimientos. Esto importa una falta de

lójioa i de discrecion, que no es permitida a un poder que

se respeta.

Se considera como nuestro territorio hasta el paralelo

23 que era nuestro límite con Bolivia, ántes del tratado en

que convinimos fijarlo en el 24?

Entónces tenemos que atender a los derechos creados en

él durante el imperio de la soberanía boliviana.

Bolivia, con la misma plenitud de facultades, con que

Chile esceptu6 de derechos, por cierto tiempo, a los salitres

al sur del paralelo 24, esceptuó de ellos a la Compañía de

Antofagasta i del Toco. La cuestion es entónces si esta–

mos obligados a esperar que se venzan en 1888 i 1896 las

exenciones concedidas por Bolivia.