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arriba
de
~
10, o de 10 chelines el quintal, el salitre
no
puede conseguir mercado, aun libre de impuesto.
Ahora, si en virtud de una contribucion se eleva el cos–
to en tres chelines por quintal, el total subiría a 13 cheli–
nes, p:recio que solo puede subsistir cuando el del guano es
de 12.6 o mas.
El término medio de los precios medios en los últimos
diez años en Inglaterra, da uno de 13.12, pero esto era
cuando el precio del guano estaba limitado, i cuando rejia
un
réjimen d13 monopolio o su equivalente en la rejion mas
prod11ctara.
Si se deja el precio del guano libre, se hará mui contin–
jente el mercado del salitre, sujetándolo _a juegos de especu–
lacion imposibles de prever.
Una baja por unas pocas semanas en el precio ·del guano
bastaría para producir una igual o mayor en el salitre, i los
especuladores arruinados por ella·se apartarian de un nego–
cio ingrato, sujeto a perturbaciones imprevistas.
En aipoyo de esto, _veamos lo que ocurre actualmtnte.
Se trata de imponer al salitre un derecho de esportacion
de dos centavos por kilógramo, o sean 92 centavos por
quintal español; pero como se
ex~je
que el pago se haga en
plata fuerte i el contribuyente solo recibe en pago del pro–
ducto que se le grava plata que corresponde ahora a 30
peniques por peso, necesita desprenderse de 147 centavos
para pagar los 92 del impuesto. Verdad es que restablecido
el curso metálico no habrá tal recargo en
el
derecho, pe–
ro entónces tambien el p:recio del salitre descendería en
proporcion, i el impuesto de 92 centavos en vez de recaer
sobre un precio de 3.40, recaeria sobre uno de 2 o 2.50.
Este impu.esto, que cuenta en su favor con
Ia
opinion de