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sus buques: babia desarmado el resto,
i
aunque exijian
sérias reparaciones, las difería por la economía que le era
impuesta por la disminucion de sus rentas. Había licencia–
do su guardia nacional, i reducido su ejército a un núme–
ro tal que no alcanzaban a llenarse cumplidamente las ne–
cesidades de.l servicio. Sin armas, sin municiones, sin
intendencia ni ambulancias, mal podía prever una guerra.
Si se lanió
n.
1a en que se encuentra empeñado,
fué
en
defensa de sn dignidad
i
de su derecho ofendidos por la
inmotivada violacion de un tratado.
Teniendo de su lado la justicia, i habiendo obtenido
la
victoria, tiene pleno dei·echo para adueñarse, con absoluta
preferencia, de las riquezas del enemigo que hayan caído
en suJ_Joder, para indemnizar;se de los gastos i perjuicios
de la guerra.
Al romper las colonias espaüolas el yugo de la metrópo–
li, lo hicieron sin reconocer ninguna parte de su deuda:
la incorporacion del Schleswig-Holstein a la Prusia i la de
la
Al~a~ia
i Lorena a · la Alemania se efectuaron sin una
condicion semejante. Pudiéramos pues repudiar toda pre–
tension a que reconociésemos parte alguna de la deuda
pública del Perú o de Bolivia.
Sin embargo, no habría objeciones sérias que hacer al
reconocimiento de una parte de ella, si se nos asegurase el
pago completo de la indemnizacion de guerra que tenemos
derecho a exijir, por consideracion a las naciones amigas.
En tal caso seria necesario adoptar por base, sea la po-
. blacion del territorio ocupado, sea su esteusion. La deuda
estema del Perú qne en
1872
era de
36.800,000
~ se
ha–
lla ahora aument!tth por la suma de los
i~tereses
no cu–
biertos de tiempo atras.
Seria una cnestion por resolYerse, la es timacion con que
aceptásemos una pnrticipacion en esa deuda. Desde años