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-11-

sus buques: babia desarmado el resto,

i

aunque exijian

sérias reparaciones, las difería por la economía que le era

impuesta por la disminucion de sus rentas. Había licencia–

do su guardia nacional, i reducido su ejército a un núme–

ro tal que no alcanzaban a llenarse cumplidamente las ne–

cesidades de.l servicio. Sin armas, sin municiones, sin

intendencia ni ambulancias, mal podía prever una guerra.

Si se lanió

n.

1a en que se encuentra empeñado,

fué

en

defensa de sn dignidad

i

de su derecho ofendidos por la

inmotivada violacion de un tratado.

Teniendo de su lado la justicia, i habiendo obtenido

la

victoria, tiene pleno dei·echo para adueñarse, con absoluta

preferencia, de las riquezas del enemigo que hayan caído

en suJ_Joder, para indemnizar;se de los gastos i perjuicios

de la guerra.

Al romper las colonias espaüolas el yugo de la metrópo–

li, lo hicieron sin reconocer ninguna parte de su deuda:

la incorporacion del Schleswig-Holstein a la Prusia i la de

la

Al~a~ia

i Lorena a · la Alemania se efectuaron sin una

condicion semejante. Pudiéramos pues repudiar toda pre–

tension a que reconociésemos parte alguna de la deuda

pública del Perú o de Bolivia.

Sin embargo, no habría objeciones sérias que hacer al

reconocimiento de una parte de ella, si se nos asegurase el

pago completo de la indemnizacion de guerra que tenemos

derecho a exijir, por consideracion a las naciones amigas.

En tal caso seria necesario adoptar por base, sea la po-

. blacion del territorio ocupado, sea su esteusion. La deuda

estema del Perú qne en

1872

era de

36.800,000

~ se

ha–

lla ahora aument!tth por la suma de los

i~tereses

no cu–

biertos de tiempo atras.

Seria una cnestion por resolYerse, la es timacion con que

aceptásemos una pnrticipacion en esa deuda. Desde años