•
-89-
cia de las defunciones de los acusados
y
su subsiguiente quema en estatua
o el paseo de sus huesos dentro de unaurna. ('l)
El edificio
actual,
apesar de su horrible aspecto, no da una idea apropiada
en el inventario de 1814 respecto de el de 1813. La existencia en los depósitos de la
dulce Inquisicion antes de esa época debla ser por consiguiente mucho mas considerable.
Y qué dirá delante de
estol!
datos auténticos el paladút de la gloria, de la justicia, de
la lll&llSedumbre de la Inquisicion? Persiatirá, en su entusiasmo, en su ternura, en su
adoracion por ella? Dioe no lo coruienta por su honra
y
la de nuestro clero.
Sus
con
ceptoe, sin embargo, son demasiado avanzados para que lo esperemos. "Ved, pues,
e!K'la–
ma en efecto en un fragmento ya citado, (páj. ts8)
empecinad08 enemig08
de
la
Inquúicitm
española,
de
~
manera
usó de
eu tormento
que la práctica de los tribunales europeos
y
las leyes de la naciou poniau en sus manos. Ved cómo lo rodeó de
pr-ecaucio11a carita·
tivas para no hacer rnfrir mucho a
lo3
reo&,
y cómo fué dificultando su uso y preparando
su abolicion. ¿Es esto crueldad?
"Si 'la
ignorancia
o la pasioo, atiade, no anublaran los ojos, se conocería claramente
que el
uso
de
la
tortura
eu la Inquisicion española fué el mas
f1Wderado
,
Aum,110
de
coant08 entonces se practicaban en los
tribunales civile8,
y
que ese uso ae presentó en
el horizonte de lajuri8prudencia
como
la
b"ella aurora
de
un esplendente dia....."
"Al ver estos instrumentos (bella aurora de un esplendente dia!) esclama por su parte
el viajero Stevenson, contando su destrnccion por
la
instantánea e irresistible furia
popular, ¡,quién podria disculpar a loe moostraos que loe empleaban por eonsolldar la fé
de Jesncril!to, que
él!te
les babia ensellado eon
1111
ejemplo a no propagar sino con
la
induljeocia
y
la
bondad? Imnediatamente despedazamos el
potro
y
el pflori,
y
tal
era el
furor de mas de cien personas, que
si
los instrumentos hubiesen sido de fierro no habrían
resistido a
b
violencia de los asaltantes"(Obra citada, páj.
2~9.)
"Una
gruta
subtemanca, dice por su parte Rodrignez Buron en su compendio de la
Jruto1-ia
critica
de Torrente
(t.
1.• páj. 121), a la que se baja caracoleando era el lugar
destinado a la tortura. El profundo silencio que re\naba en este
cuarto del
tormento
y
el
espantoeo aparato de los instrumentos del suplicio, que se dejaban ver por medio de la
eacasa
y
trémula luz que daban dos pálidas velu, debían necesariamente Uenar el
ahrur.
<lel paciente de un terror mortal. Apenas este infeliz se presentaba delante de los In–
quisidores, cuando los verdugos, vestidos de una túnica de lienzo negro y con la cabeza
cubierta de una capilla de la misma tela, y a,aujereada en la parte que daba a los ojos,
nariz
y
boca, le cojian
y
le desnudaban hasta la camisa."....
Describiendo despttes los diversos jénerw de euplicio que preferentemente usaba
el Santo Oficio, el mismo autor
S4l
espresa en los términw siguientes, en la misma
pájina arriba citada. "Rabia
tres
jéneros de tormautos: de la
cuerda,
de
agua
y
de
fuego.
En
el primer caso se le ataban al paciente las manos por detras de las espaldas,
y
por medio de una polea fija en la bóveda, le subian los verdugos a lo mas alto que
podían,
y
despnee de haberle dejado asi suspenso por algun tiempo, aflojaban la cuerda,
.a fin
de
qm
el infeliz cayese de repente
~a
un medio
pié
de aÚllancia del suelo.
Este
te-
(1)
Segun~odrignez
BnrÓn, de los 6,860 españoles quemados en est.átna por Tor.
t¡oemada desde 1481 a 1487,
cuatro mil,
al
menos, habían muerto en los calabozos de
la
Inqnisicion a consecuencia de ens horrores, y
dos
mil
habían sido desenterrados despnes
de muchos años de fallecidos. Jeneralmenta cada
e~tua
representaba una víctima de
los calabozos
altos,
stcos
y
11mtilados
de
la
dulce pm ile1lciariiJ
inqnisito~
pues Dllda
había mas dificil que fugarse de sus bóvedas,
y
por consiguiente eran mni raros los
ausentes
y
prófugos, a quienes se hacia representar por snsesfijies. Uno de estos últimoa
faé
el famoso Antonio Perez.
FRANC'. MOY.
11
•