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cia de las defunciones de los acusados

y

su subsiguiente quema en estatua

o el paseo de sus huesos dentro de unaurna. ('l)

El edificio

actual,

apesar de su horrible aspecto, no da una idea apropiada

en el inventario de 1814 respecto de el de 1813. La existencia en los depósitos de la

dulce Inquisicion antes de esa época debla ser por consiguiente mucho mas considerable.

Y qué dirá delante de

estol!

datos auténticos el paladút de la gloria, de la justicia, de

la lll&llSedumbre de la Inquisicion? Persiatirá, en su entusiasmo, en su ternura, en su

adoracion por ella? Dioe no lo coruienta por su honra

y

la de nuestro clero.

Sus

con

ceptoe, sin embargo, son demasiado avanzados para que lo esperemos. "Ved, pues,

e!K'la–

ma en efecto en un fragmento ya citado, (páj. ts8)

empecinad08 enemig08

de

la

Inquúicitm

española,

de

~

manera

usó de

eu tormento

que la práctica de los tribunales europeos

y

las leyes de la naciou poniau en sus manos. Ved cómo lo rodeó de

pr-ecaucio11a carita·

tivas para no hacer rnfrir mucho a

lo3

reo&,

y cómo fué dificultando su uso y preparando

su abolicion. ¿Es esto crueldad?

"Si 'la

ignorancia

o la pasioo, atiade, no anublaran los ojos, se conocería claramente

que el

uso

de

la

tortura

eu la Inquisicion española fué el mas

f1Wderado

,

Aum,110

de

coant08 entonces se practicaban en los

tribunales civile8,

y

que ese uso ae presentó en

el horizonte de lajuri8prudencia

como

la

b"ella aurora

de

un esplendente dia....."

"Al ver estos instrumentos (bella aurora de un esplendente dia!) esclama por su parte

el viajero Stevenson, contando su destrnccion por

la

instantánea e irresistible furia

popular, ¡,quién podria disculpar a loe moostraos que loe empleaban por eonsolldar la fé

de Jesncril!to, que

él!te

les babia ensellado eon

1111

ejemplo a no propagar sino con

la

induljeocia

y

la

bondad? Imnediatamente despedazamos el

potro

y

el pflori,

y

tal

era el

furor de mas de cien personas, que

si

los instrumentos hubiesen sido de fierro no habrían

resistido a

b

violencia de los asaltantes"(Obra citada, páj.

2~9.)

"Una

gruta

subtemanca, dice por su parte Rodrignez Buron en su compendio de la

Jruto1-ia

critica

de Torrente

(t.

1.• páj. 121), a la que se baja caracoleando era el lugar

destinado a la tortura. El profundo silencio que re\naba en este

cuarto del

tormento

y

el

espantoeo aparato de los instrumentos del suplicio, que se dejaban ver por medio de la

eacasa

y

trémula luz que daban dos pálidas velu, debían necesariamente Uenar el

ahrur.

<lel paciente de un terror mortal. Apenas este infeliz se presentaba delante de los In–

quisidores, cuando los verdugos, vestidos de una túnica de lienzo negro y con la cabeza

cubierta de una capilla de la misma tela, y a,aujereada en la parte que daba a los ojos,

nariz

y

boca, le cojian

y

le desnudaban hasta la camisa."....

Describiendo despttes los diversos jénerw de euplicio que preferentemente usaba

el Santo Oficio, el mismo autor

S4l

espresa en los términw siguientes, en la misma

pájina arriba citada. "Rabia

tres

jéneros de tormautos: de la

cuerda,

de

agua

y

de

fuego.

En

el primer caso se le ataban al paciente las manos por detras de las espaldas,

y

por medio de una polea fija en la bóveda, le subian los verdugos a lo mas alto que

podían,

y

despnee de haberle dejado asi suspenso por algun tiempo, aflojaban la cuerda,

.a fin

de

qm

el infeliz cayese de repente

~a

un medio

pié

de aÚllancia del suelo.

Este

te-

(1)

Segun~odrignez

BnrÓn, de los 6,860 españoles quemados en est.átna por Tor.

t¡oemada desde 1481 a 1487,

cuatro mil,

al

menos, habían muerto en los calabozos de

la

Inqnisicion a consecuencia de ens horrores, y

dos

mil

habían sido desenterrados despnes

de muchos años de fallecidos. Jeneralmenta cada

e~tua

representaba una víctima de

los calabozos

altos,

stcos

y

11mtilados

de

la

dulce pm ile1lciariiJ

inqnisito~

pues Dllda

había mas dificil que fugarse de sus bóvedas,

y

por consiguiente eran mni raros los

ausentes

y

prófugos, a quienes se hacia representar por snsesfijies. Uno de estos últimoa

faé

el famoso Antonio Perez.

FRANC'. MOY.

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