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si el pueblo espn.ñol, que mató a pedradas al inquisidor tle Barcelona Pedro
de Carideta
y
apuñaleó
al
inquisidor Arb11és en Zaragoza, recibió o no de
buen grado, como lo asegura el señor prebendado Saavedra, la creacion de
aquel tribunal mono;truoso que cometía en nombre de Dios todos los horrores
que antes habían estado encomendados solo al verdugo. Todo ese cúmulo de
ciencia lo dejamos sin envidia al erudito pt·ebendado autor del pan<.>jírico de
la Inquisicion y a loo dioz volúmenes microscópicos y los seis en folio en que
Llorente y Torres dul Castillo vaciaron
la
suya..
Bástenos saber c¡uo
h
Inquis1cio'1 se mandó cstahlccer en América por
real cédula tle Felire II Je 7 ele febrero de 1560, cuan¡lo hacia ochent{t y
ocho nüos que Sisto )
V
ha
1Üt
darlo a los reyes católicos el permiso de San
:Pedro para cncemler la primera J10guera. Creñronso en consccuc1WÜt las tres
inquisiciones matrices de :Méjico, Cartnjena
y
Lima, a cuya última se asignó
la jnrisdiccion de Chile, Un año ,.mas tarde, el 9 de febrero de 1570,
hacia
su
entrada solemne en Lima el primer inquisidor m&yor, Servan de
Cerezuela, revestido de toda la majestad que le daba la doble rcpresentacion
del papa
y
del rei
La mies de fuego de los inquisidores de América iba a ser
no
obstante
escasa; el
quemadero
se adornaria con sus galas solo en dias señalados do
festividad, para celebrar la entrada solemne de un viroi, o para conmemorar
las pascuas o el dia de
la
vírjen. Pero la cosecha del oro seria inmensa, ina–
gotable,
a
virtud del sa.nto derecho de despojo que se atribuían aquellos
oores) dice Rodriguez Burou hablando de los primeros provechos del Santo Oficio,
(t.
1.
0
páj.
104)
y
de las multas pecuniarias que se impusieron
a
las personas que so
habian reconciliado, Torquemada restableció las rentas de
la
Inquisicion,
y
pudo aña
dir a
la!l
d'emns cargas
la
del salario de un gran número de espías que derramó por
toda
lo.
faz
de España. Esta última medida, capaz de infundir temor aun a los cristia–
nos viejos, acabó de hacer odioso a este inquisidor jeneral;
y
desde e>te momento es–
tuvo su vida espuesta
a
los mayores peligros."
Respecto de Cárlos V, a quien tanta admiracion
profe~a
el señor Saavedra, apesar de
haber saquendo a Roma (cosa que no ha hecho
ni
Garibaldi¡,
~!! todos
es
snbido cuánto
oro necesitó pnra sus eternas
y
sa~rilegas
guerrns. Tan pobre eotaba su tesoro, a
la
ver–
dad, que la cerE)IIlonia de su abdicacion hubo ile hacerse por economía en
la
sala de
duelo cubierta de cortinajes negros del palacio real
. Con relacion a Felipe
II,
es mucho mas evidente el Lecho de
111
bancalTOta que
1
Santo
Oficio debia llenar.
Segun
Michelet, en los primeros años de su reinado no tuvo
aquel rei
1m
una ocasion con que costear el envio de un correo a Roma, y hubo de pa–
garlo de su bolsillo el cardenal.Granvella. El déficit e:;paiiol, segun el mismo historia–
dor, era de
nueve
millones en
diez
de presupuesto. '·En el tiempo del inquisidor
Valdés
(añade Rodríguez en su obra r,a cit.ada,
t.
2.•,
páj.
25,)
que"fué contemporáneo de
Fe–
lipe
II,
fué
cuando con desprecio del derecho de j
cn~s
y
de los tratados existentes
~ntre
el rei de España y las otras cortes de la Europa,
el
Santo Oficio bizo prender,
• juzgar y
condenar a muerte como luteranos, a n.cgociante,¡¡ in!Jltses, franceseB
y
jenoYese~,
que habían ido
a
Eltpaña con,Mrgas
muí ricas 'de n«,-cud.ria
1
de
q'te
la
In•¡nisíeion
e
apoderó
sin
ellJUlnor escrúpulo."