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36-

Pero no p!lraba en e.>to la continua e implacable acechanza del voluntario

de la Inquisicion. En cierta noche oscura ún arriero maltrataba con brutalidad

una mulá. que se ha.bia caido en el camino, agobiada talvez por el peso de su

carga, y M:oyen, que indudablemente tenia un corazon bien puesto, reprochó

al jayan su dureza, diciéndole ¿qué cómo se atrevía a maltratar así

una crict–

tura de JJÍos7

Blasfemia, herejia,

proposicion,

en fin, fué esta que remató el

proceso de Moyen, acusado por eito de

pitagórico

y otros absurdos imposi–

bles de creer, col_Ilo en su lugar veremos..

Por

fin,

y despues de haber recojido esta série de

propoiMiones .

heréticas

y muchas otras hasta el número de cuarenta y cuatro, llegó la carabana a

Potosi el 27 de marzo de 1749, habiendo empleado los que venian de

Buenos Aires mas de cuatro melles en la tr:wes:ia..

El desgraciado Moyen, al llegar a la

villa

imperial de Potosí, imajinábase

talvez que una vida nueva, llena de goces y de opulencia, comenzaría. para.

él despues de las fatigas. Entre tanto, su tenebroso perseguidor, apénaa

habia dejado sus mulas en el corral e instalado sus fardos en los estantes

de au tienda, corrió a casa del comisario de la Inquisicion, que lo era inte–

rinamente el propio cura de la iglesia matriz de Potosi, doctor don José de

tizarazu, Beaumoni y Navarra, etc., etc.,

y

presentó por escrito su primer

inicuo denuncio. Tuvo esto lugar en la noche del 29 de marzo de 1749, y

ya

hemos dicho que la carabana de Buenos Aires habia llegado a Potosí solo

dos dias antes.

Comienza aquí el atroz drama de la persesecucion y martirio de Moyen.–

Mas, a fin de que se comprendan bajo su verdadera luz los procedimientos

-de la Inquiaicion, y pueda aplicárseles a todos y a cada uno la medida del

panejírico del señor prebendado Saavedra, hácese indispensable interrumpir

con una breve pausa la hilacion del argumento personal, a

fin

de dar a

conocer lo que era a la sazon el Santo Oficio en

las

Américas.

u.

En la

épooa

en que

ia

Inquisicion abria sus puertas a Francisco :Moyen

(mayo de 1749) tocaba aquella los primeros dinteles de su decadencia.

Ya estaban lejanos los tiempos en que Felipe II celebl'll.ba en Toledo sns

bodas con L!abel de

V

alois, siendo sus antorchas nupciales las llamas del

Quemadero

(1560),

y

aquellos no menos ominosoa en que uno de sus nietos

(Felipe

IV

en 1632) hacia a su novia., :ria.bel de Borbon, el presente de

ciento diezioclw peniterwiados,

de los que diezinueve eran quemados vivos en

su presencia y

la

de toda la corte.

La

casa.

de Borbon, poltrona

y

soñolienta, había llevado al trono, si no la

clemencia, la pereza de las crueldadesj

y

las hoguer-<la de los reyes austriacos,