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l1abia nacido en la \illa de Redondel&
y
p11.1 ado mui jóven a esta
parte
del
nueV'o continente, donde t\1 mismo se titulaba ''comerciante de Potosí, Chile
y
BuenO& Aires."
Comiendo Soto un dia (el 1
O
u 11 de marzo de 114,9) a la mesa de un
comerciante de J ujui llamado Juan Tomas Perez, con los compañeros de
M
o–
yen, promovióse una de
las
conversaciones mas usuales entre españoles ahor&
y en aquellos años,
la del 1esto nwndamiento
de la. leí de Dios;
y
entre las
risas
y
la.a
copas, salió que alguno de los últimos dijera que :M:oyen era hereje, por–
que no atribuía una importancia capital a aquella prohibicion. En este punto
la. teoria del verde violinista
se
acercaba mas al precepto del Evanjelio que
al
del decálogo, pues decia que entre
eecreiL'Íli
et 1nUltip[ÍCamÍ11Í
Y el
leMO
roen·
eionado, estaba mas de su grado con la. palabra de Dios que con la de !-Ioisés.
Al oír
tan
gr~de
desacato el sombrío gallego de Redondela. levantóse de
la
mesa y
f.
a interrogar a los arrieros de Buenos Aires sobre lo que habían
oído decir en el camino
al
judío frances.
Como era inevitable, aseguráronle
éstos, y en especial el criado de un don Rodrigo Palacio, miembro de la co–
mitiva, que Moyen era un hereje consun1a<lo.
Desde aquel momento Soto j-uró en su alma
la.
perdicion del france3, y se
propuso espiar
todas
sua palabras, en la ruta que iba a seguir hasta Potosi,
asociado desde
Jujui
'lit
la
banda que llegaba del Plata.
Púsose ésta en camino en direccion a Potosi el
26
de febrero
y
con ella
1\{oyen, siempre festivo, siempre atolondrado y siempre
lureje.
No tardó
pues en encontrar ocasion de corroborar sus preconcebidas sospechas
y
de
encomendar a su memoria nuevos datos para la debida delacion,
el
oficioso
familiar del Santo Oficio, hijo de Redondela de Galicia.
En
la primera jorn.'lda de Jujui a Potollí, entrando ya en
la.
rejiorr semi–
tropical de aquellos climas, desatóse por la tarde,
y
cuando los viajeros des–
eansaban en sus carpas, una furiosa tempestad de truenos; y con este motivo
snscitóse una disputa, mitad teolójica, mitad física, sobre el fenómeno.
Ha–
llábanse reunidos en la tienda del bien intencionado rejidor d6 Porco, don
Diego de Alvarado, Moyen, su espía de RedondeL.'\, un diácono natural de
Salta, conocido por el nombre de don Diego Antonio Martinez de Iriarte,
que sin duda iba a
las
Charcas
a.
recibir
las
órdenes sagradas, y algunos
otros con los criados del primero.
Las
opiniones estaban divididas. El
diá–
cono decía que bastaba rezar el
Quicunque
para disipar la. tempestad; Soto
no creía sino en lo$
conjuros
y
en el
tris(ljw.
Pero Alvarado, que era bro–
mista, dijo a Moyen:
"Y
u~ted,
mossiu,
no dice que en tiempo de tempes–
tades lo que hace es tomar su violín
y
su botella de vino1" A lo que el
interpcl~do
contestó riendo que sí y haciendo bueno el dicho con el hecho,
pues núcntras Soto fuése a su carpa a rezar a grik>s el rosario con
IJtiS
~rricros,
Moyen comenzó a araciguar el furor de los elementifs con los acor–
des de su arco.
.FRA.'\:C. )101".