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-

41

""

Llovieron entonces las denunci-as de todos cuantos habían

visto

pa.!lar a

}tR;reje

por su puerta, de cuantos tenian noticia de oidas del

judío.

Era éste

uno de los mas odiosos caracteres de la Inquisicion: el contajio del terror.

Como en los días de epidemia todos creen sentrrse poseídos por los síntomas

fatales, (comparacion que tomamos de la incomparable

Ojearla),

asi el pavor

de

la

complicidad con el _reo del Santo Oficio se comunicaba a los corazones

de cuantos le conocían, de cuantos le habían dirijido algulla vez

la

palabra,

de cuantos habían oid<T siquiera el nombre de la victima. Por esto,

y

como

Mayen se hallaba recien llegado, la mayor parte de las declaraciones eran

de

oidas,

razOD. empero

g~e

no

impe~a

a !os.testigos ratiftcar sus deposiciones

Sa.avedra., escuche

el

de un Qrl;odojo irreprochable y concienzudo; nada. menos que el del

presidente del último congreso del Perú, don Francisco Garcia Calderon, el mismo que

pidió desde su solio

la

abdicacion de1 jenera.l Prado en nombre de 1a bandera de Arequi.

pa, que era el lábaro de

h

relijion

para

sus comptttriotas.

"La

absoluta independencia,

(dice

en

efecto~

este mismo propósito el erudito escritor arequipeño

en

ijU

Dicaionario

de

lx),

lejislat:icm periMI!na)

en que

.ijC

encon~ba

la

Inqujsjc(on, la irreaponsllobiliJbW, "de sua

miembros, el misterio que guardaba en sus procedimientos.

la

imposibilidad que tenían

los

reos

para defenuerse,

la

obligacion

~n

que se encontr&ba.n tQdos los funcionarios de .

Qbedecer

sm

réplica

las

órdenes del Santo Oficio,

y

de

re~tar

y

sancionar con

su

pre–

sencia los autos de fé, el aspecto misterioso

y

sombrio del local en que

la

Inquisicion

ejercía

Sll8

funciones, el tormento que

se

aplicaba a· los

rCOE,

la absoluta incertidumbre

que éstos tetia.n de

su

su~rte

futura. y

la,

import:mcia que se daba a las determinaciones

inquisitoriales, acompañándolas tle loa

actos

relijiosos,

infl.u:ían

en el ánimo

de

la

mnche·

dumbre y llenaban de temores la imajin:wion de

t<>do•

los httbitantes.

J.,a

inquisicim¡,

M"<~

101.

hfYI-rt:~~do

fantasma

q¡¡e

.e

dPjaba .<entir en

t<Xl<t8

j>urtez

y

qu~

h«da

.

utre.mecu

d~

apo;nfo

au~

a

los

qtM: mejores prueba8

lwkian

dad~

de m

fé.

"J>or

todo.

eid;oll

medios

la

lnoquisicion era

Ull

tribunal despótico, que daba en

Vl\t"ÍO

C!I.!IOS fall011

injustos, pon¡ue el termento a.ri:-anca.ba

a

muchos individuos

foka8

conjaiontf

dt

U.

herejía

que se les

impnta.ba,

y el tribunal, partiendo de

ese

dato,

los

ccmdena:ha

11

mir.t.e'i"te.

Nunca podía.

a.clar~e

la

verdad, porque el acusadG ignomba. los nombre11 de sus

acusadores

y

de los

testigos

que deponían contra

él.

No podia,

por

consiguiente,

dar

nin·

gnn descargo,

y

81L

ccmdenacion era

i'ltfiejectible,

aunque

~e

positiva

m

inocencia.

Por

o~

parte,

la

Inquisicion

servía.

de imtrunumto a

1m;

11enganza8 pri11adas.

"N

adB.

era,

en

verda.d,

mas sencilJ.o que lihrarse

de

un

enemigo

denwru;iándow al Banto

Oficio

como lureje.

• Este ae a.ptxleraba. inmediatamente de

él,

y a mérito del sistema de tormento

y

de!IUUl

procedimientos que observaba. en los juicios,

el

ikn

u100ilUÚJ aparecía

rwlpable.

¡,Quién

podía

.!ffiContrarse seguro en el pa.is en que

las

leyes

autorizaban

t;m

viciosos 'procefuientosl"

agui

pues como ain

aa.lir

de casa y cumpliendo nuestra. palsbra de no .a.cumnlar

citas por vana ostenta de erndicion,

p~lltamos

al señor

s~~edni

testigos que no

sa.

hemos cómo

podria.

recll5a.l". Vaya por ahora Motley contra

V

ah

der Haeghen

y

Gareia

Calderon por Hefelé, Rivaud, Hunter, Ma.rgotti, Cobbet,

~fa.cker,

Morerti. Feller, Ee·

rault, Beriaste,

Ba.lmes,

César Cantú,' etc., etc., etc. Sensible.

es,

sm

embargo, que entr11

tanta y docta. cita de autores como nos hace el .erndito autor de

1a

Ojeada.

no nóS recuerde

al

imi[pl€

.Sprenger,

al

profurlflo

Castro, al

prudente

Simancas,

al8111piente

Martin

delltio,

al

docto

Pa.ramo, al

düijente

Torrebla.nca,

al

elooue:nte

Carena y

al

eruditfl

Piñateli, a.uto–

:res

tod011 que

han

escrito sobre pecados de Inquisicion

y

que cita con sus correspondillll.–

tes calificativos el doctor Bermudez en sus

Triunfos del

Santo

Oficio

perua110

(páj_

13~}.

obra que el prebendado Saavedra ha. leido en el mismo eiempla.r que nosotros.

5

ERANC• .HOY.

'