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titulo)
y
luego por étitOs al verdugo para los azotes,
la
vergüen7.a
pública
r
demas castigos. Una de las últimas en despacharse, fué
la
de nuestra paisa•
na ::\Iaria Hernandez,
vieja bruja,
"en que picando su natural bullicio, la
hacia. digna de su adquirido nombre;" por lo quf), y porque fuera natural dd
Penco,
dice su biógrafo (páj. 139) que al aplicársele los doscientos azotes a
que fué condenada, "apretó el verdugo la
Penen
y el
Pulga1·.
''
¡Qué injenio!
esclamó el doctor Egaña al leer esta bellísima fig-ura del doctor de San Marcos!
N
o dice el historiador la hora en que terminó la :fiesta hecha en honor de
los :Macabeos; pero teniendo presente que en la sola descripcion de ella
em;
pleó mas de trescientas pájinas, no es exajerado creer que el espectáculo tomó
una buena parte "de la noche
y
de sus misterios. (1)
Tal fué contado con nna injenuidad grosera pero peculiar, el auto mas
notable que precedió al enjuiciamiento de Moyen, del que, cowo se habrá
visto, difiere en todo lo que es aparato
y
ceremonial, cosas omitidas en el
proceso del , último, cuyo indisputable mérito histórico, que le constituye
talvez único en América, no se halla cifrado en patrañas y brujerías, sino en
una discusion séria, que pone en contraste notable la luz de la nueva civili·
z:~.cion
con el insondable oscurantismo de viejas edades.
III.
PODER DEL CABILDO DE SANTIAGO EN SEDE V.lC.L"'TE
A.
Los
iNQUISIDORES
DE
LIMA
PARA REPR.ÉSENTARLO EN LA .APLICACION DEL TOR:.\IENTO y EN
TODOS LOS TRÁMiTES DE LOS JUICIOS INQUISITORIALES.
En
la ciudad de Santiago de Chile, en tres clias del mes de julio de
180~
años. Ante el presente escribano de su "Majestad
y
testigos el M. Illmo. Vene–
rable Dean y Cabildo, en sede vacante dé este obispado, como prelado
ürdinari\) diosesano diio: que por cu:mt{)
le
pertenece
conforme a derecho ha-
(1)
Lo que nunca hemos pretencli¡lo contrade<:ir a Capefigu.e ni
al
seiior prebendado
chileno es que los autos de
fé
fue$en verdaderas
jitlllaJ!
nacionales
para los e!'paiiolee.–
Leer en "terdad
1-\
descripcion de un auto de
fé
es como leer la relacicn de una ínncion
de toros.
La
düerencia está solo en el bruto
y
el hombre, entre la ten
y
la espada, el
sambenito
y
la capa. P<?ro lo que
es
el pueblo asistía con el mismo alborozo
a
los
unoe
como
1¡.
los otros.-Ya hemos visto
el
deleite con que hablaba de los de Méjico
el
fraile
Torquemada.-"En Laval, dice otro fraile
(el
Inquisidor Eymerico,
Directorio
citado},
fueron quemados de
una vez
cuatrocientos Albigenses juntos;
y
conneso que m cuantas
h'.storias de la Inquisieima be leido no he
vi~>to
otro auto de
fé
tán solemlie,
m
tau fea–
tivo espectácttlo.
"Tales ernn, eEClama indignado el c?mpenuista de Llorenle
(t.
1.•
páj.
135)
las
forma–
lidades
y
las ceremonias empleadas en estas bárbaras ejecuciones, qne
¡;e
han atrevido
a llamar
a!dos
deJé,
a los
qu4
asistian
elTei
g
la corte com¡> a una f!ran fiesta.
La
Eepa·
fia les debe
la
p~rdida
de la
tui.tad de la poblacion,
y
la verguenza de haberlos tolerado
con sangre
fri."l
durante muchos siglos."
"'–
•