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-141-

titulo)

y

luego por étitOs al verdugo para los azotes,

la

vergüen7.a

pública

r

demas castigos. Una de las últimas en despacharse, fué

la

de nuestra paisa•

na ::\Iaria Hernandez,

vieja bruja,

"en que picando su natural bullicio, la

hacia. digna de su adquirido nombre;" por lo quf), y porque fuera natural dd

Penco,

dice su biógrafo (páj. 139) que al aplicársele los doscientos azotes a

que fué condenada, "apretó el verdugo la

Penen

y el

Pulga1·.

''

¡Qué injenio!

esclamó el doctor Egaña al leer esta bellísima fig-ura del doctor de San Marcos!

N

o dice el historiador la hora en que terminó la :fiesta hecha en honor de

los :Macabeos; pero teniendo presente que en la sola descripcion de ella

em;

pleó mas de trescientas pájinas, no es exajerado creer que el espectáculo tomó

una buena parte "de la noche

y

de sus misterios. (1)

Tal fué contado con nna injenuidad grosera pero peculiar, el auto mas

notable que precedió al enjuiciamiento de Moyen, del que, cowo se habrá

visto, difiere en todo lo que es aparato

y

ceremonial, cosas omitidas en el

proceso del , último, cuyo indisputable mérito histórico, que le constituye

talvez único en América, no se halla cifrado en patrañas y brujerías, sino en

una discusion séria, que pone en contraste notable la luz de la nueva civili·

z:~.cion

con el insondable oscurantismo de viejas edades.

III.

PODER DEL CABILDO DE SANTIAGO EN SEDE V.lC.L"'TE

A.

Los

iNQUISIDORES

DE

LIMA

PARA REPR.ÉSENTARLO EN LA .APLICACION DEL TOR:.\IENTO y EN

TODOS LOS TRÁMiTES DE LOS JUICIOS INQUISITORIALES.

En

la ciudad de Santiago de Chile, en tres clias del mes de julio de

180~

años. Ante el presente escribano de su "Majestad

y

testigos el M. Illmo. Vene–

rable Dean y Cabildo, en sede vacante dé este obispado, como prelado

ürdinari\) diosesano diio: que por cu:mt{)

le

pertenece

conforme a derecho ha-

(1)

Lo que nunca hemos pretencli¡lo contrade<:ir a Capefigu.e ni

al

seiior prebendado

chileno es que los autos de

fue$en verdaderas

jitlllaJ!

nacionales

para los e!'paiiolee.–

Leer en "terdad

1-\

descripcion de un auto de

es como leer la relacicn de una ínncion

de toros.

La

düerencia está solo en el bruto

y

el hombre, entre la ten

y

la espada, el

sambenito

y

la capa. P<?ro lo que

es

el pueblo asistía con el mismo alborozo

a

los

unoe

como

1¡.

los otros.-Ya hemos visto

el

deleite con que hablaba de los de Méjico

el

fraile

Torquemada.-"En Laval, dice otro fraile

(el

Inquisidor Eymerico,

Directorio

citado},

fueron quemados de

una vez

cuatrocientos Albigenses juntos;

y

conneso que m cuantas

h'.storias de la Inquisieima be leido no he

vi~>to

otro auto de

tán solemlie,

m

tau fea–

tivo espectácttlo.

"Tales ernn, eEClama indignado el c?mpenuista de Llorenle

(t.

1.•

páj.

135)

las

forma–

lidades

y

las ceremonias empleadas en estas bárbaras ejecuciones, qne

¡;e

han atrevido

a llamar

a!dos

deJé,

a los

qu4

asistian

elTei

g

la corte com¡> a una f!ran fiesta.

La

Eepa·

fia les debe

la

p~rdida

de la

tui.tad de la poblacion,

y

la verguenza de haberlos tolerado

con sangre

fri."l

durante muchos siglos."

"'–