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138 ._

Procedióse en seguida al sermon, que era el gran honor de la. jornad,l,

y:

eupo esta vez la .suerte al padre franciscano Juan de Gacitúa. Debió tardars&

6l monje tan la.rgM horas en decir tal cúmulo de patrañas, que el mism()

paciente y ortodojo don·Mariano Egaña, al echa:rse al cuerpo las cincuenta

páJina.s en que está contenido aquel con sus innumerables latines y barbaris–

mos, no pudo menos de escribir al márjen estas palabras de verdadera pero

poco cristiana exasperacion: "Cuánto mas mereeia el fuego este picaron!"

Despues de la palabra que se

llamaba divina,

siguió la dulce operacion

de quemar a la hechicera de

Tol~do

doña Ana de Castro, alías la

voladora.

en cuyo derredor, llevándola desde la plaza al

Qu~m.ero

p6r

el puente

·del

R,ímac (

despues de haberla entregado en la puerta de los

DeBamparaiÚJ8'

al

brazo secular), "formando todos en perfecto círculo, dice no

sin

cierta

eoqueteria el complacido historiador a quien seguimos (pájina

152)~

llega–

ron a ocupar el embarazado terreno, en cuyo espacioso ámbito se ejecutó el

dispuesto suplicio, entregando la reo al estrecho dogal y despues

a.

la efr"

eendida hoguera, que, al furor de sus activas llamas, la redujo a pálidas.

eenizas, en que igualmente quedaron resueltas

las

estatuas." (1)

hábil chileno donJoaquin Egaií.a, desterrado entonces en Lima.

y

gran aficionado a Vol–

bire

y a los filósofos fra.nceses.

El

padre, sin embargo, no era ni oomo su fundador, ni -

wmo su famoso prior

Torquema.da

., ni siquiera. como el acusador de Stevenson (el padre

-

donrlnico Bnsta.mante en 1806;) y aconsejó

al

j6ven pecador que no hiciese gran caso

del precepto de delacion. del Santo Oficio, abolido ya •nl812y agonizante otra vez en esa

4poca

(1817.)

(1) Nos detenemos otra \'ez un momento delante de la cuestion brujos porque senog ·

ba

asegurado que su creeneia es uno de los puntos eapitales en que

el

señor Saavedra

hace descansar su portentOsa defensa de

la

Inquisiciqn. ·

No estrunos con humor de discutir si hai o no

brujo~.

Nos basta recordar como cató–

licos que el obispo Carrasco en nuestro primer sinodo declaró su creencia

y

su. práctica.

pecado

1"e881"V(tdo

y

que el buen jesuita Francisco de Castro-, en su famoso libro de

:&–

formaciot( cristiana,

que ha andado en manos de todos los que desean hacer una

buena

wn.fesion,

lo incluye entre los

mortales.

"Acúsome, dice páj.

92

(edicion de Madrid

l '186) que he creido

y

hecho supersticiones, beehizeria.s, conjuros, en salmos ilícitos; he

heebado tmertes ilícitas; he dado crédito a sueños vanos, agüeros; he deseado aprender

_o he aprendido hechicerías, astrolojia judicia:t:ia; he consultado adivinos, astrólogos,

brujas, hechizeros, jitanos, endemoniados porque me digan cosas secretascl'

El Pe;jecto (Uario del c•--ismano,

no menos consultado que Castro, dice al penitepte

(edicion de Madri.d 179!, páj. 63):

"Acúsese si ha creido en sueños o en agüeros,

si

consultó o enseñó cosas

superstici~t­

aaa,

si

ba

tenido pacto con el demonio implícito

y

esplícito.

"Si

ha

tentado a Dios, queriendo milagrosas revelaciones ·solo por curiosidad

y

por-

que no fuera Dios alabado en ellos."

.,

Ahora.

qué diee de

est.os

testigos el señor

Saavedra~

Está por el demónologo Bizuoa:rd

o por

el

padre Castro? Y cree en consecuencia que Peralta

y

Unda hicieron bien en

quemar

la

brqja €'astr.o

y

en azotat- a la

pulga chilena

y

a la

pulgu.ita

su hija?

Pero 10bre esto de brujoa quemados por la Inquisicion preferimos referir al

sefi.Of

"