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Procedióse en seguida al sermon, que era el gran honor de la. jornad,l,
y:
eupo esta vez la .suerte al padre franciscano Juan de Gacitúa. Debió tardars&
6l monje tan la.rgM horas en decir tal cúmulo de patrañas, que el mism()
paciente y ortodojo don·Mariano Egaña, al echa:rse al cuerpo las cincuenta
páJina.s en que está contenido aquel con sus innumerables latines y barbaris–
mos, no pudo menos de escribir al márjen estas palabras de verdadera pero
poco cristiana exasperacion: "Cuánto mas mereeia el fuego este picaron!"
Despues de la palabra que se
llamaba divina,
siguió la dulce operacion
de quemar a la hechicera de
Tol~do
doña Ana de Castro, alías la
voladora.
en cuyo derredor, llevándola desde la plaza al
Qu~m.ero
p6r
el puente
·del
R,ímac (
despues de haberla entregado en la puerta de los
DeBamparaiÚJ8'
al
brazo secular), "formando todos en perfecto círculo, dice no
sin
cierta
eoqueteria el complacido historiador a quien seguimos (pájina
152)~
llega–
ron a ocupar el embarazado terreno, en cuyo espacioso ámbito se ejecutó el
dispuesto suplicio, entregando la reo al estrecho dogal y despues
a.
la efr"
eendida hoguera, que, al furor de sus activas llamas, la redujo a pálidas.
eenizas, en que igualmente quedaron resueltas
las
estatuas." (1)
hábil chileno donJoaquin Egaií.a, desterrado entonces en Lima.
y
gran aficionado a Vol–
bire
y a los filósofos fra.nceses.
El
padre, sin embargo, no era ni oomo su fundador, ni -
wmo su famoso prior
Torquema.da., ni siquiera. como el acusador de Stevenson (el padre
-
donrlnico Bnsta.mante en 1806;) y aconsejó
al
j6ven pecador que no hiciese gran caso
del precepto de delacion. del Santo Oficio, abolido ya •nl812y agonizante otra vez en esa
4poca
(1817.)
(1) Nos detenemos otra \'ez un momento delante de la cuestion brujos porque senog ·
ba
asegurado que su creeneia es uno de los puntos eapitales en que
el
señor Saavedra
hace descansar su portentOsa defensa de
la
Inquisiciqn. ·
No estrunos con humor de discutir si hai o no
brujo~.
Nos basta recordar como cató–
licos que el obispo Carrasco en nuestro primer sinodo declaró su creencia
y
su. práctica.
pecado
1"e881"V(tdo
y
que el buen jesuita Francisco de Castro-, en su famoso libro de
:&–
formaciot( cristiana,
que ha andado en manos de todos los que desean hacer una
buena
wn.fesion,
lo incluye entre los
mortales.
"Acúsome, dice páj.
92
(edicion de Madrid
l '186) que he creido
y
hecho supersticiones, beehizeria.s, conjuros, en salmos ilícitos; he
heebado tmertes ilícitas; he dado crédito a sueños vanos, agüeros; he deseado aprender
_o he aprendido hechicerías, astrolojia judicia:t:ia; he consultado adivinos, astrólogos,
brujas, hechizeros, jitanos, endemoniados porque me digan cosas secretascl'
El Pe;jecto (Uario del c•--ismano,
no menos consultado que Castro, dice al penitepte
(edicion de Madri.d 179!, páj. 63):
"Acúsese si ha creido en sueños o en agüeros,
si
consultó o enseñó cosas
superstici~t
aaa,
si
ba
tenido pacto con el demonio implícito
y
esplícito.
"Si
ha
tentado a Dios, queriendo milagrosas revelaciones ·solo por curiosidad
y
por-
que no fuera Dios alabado en ellos."
.,
Ahora.
qué diee de
est.ostestigos el señor
Saavedra~
Está por el demónologo Bizuoa:rd
o por
el
padre Castro? Y cree en consecuencia que Peralta
y
Unda hicieron bien en
quemar
la
brqja €'astr.o
y
en azotat- a la
pulga chilena
y
a la
pulgu.ita
su hija?
Pero 10bre esto de brujoa quemados por la Inquisicion preferimos referir al
sefi.Of"