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m

sitio que esta vez se había elejido era tambien la plaza mayor de

Li·

ma

(1).

En consecuencia, el 11 de diciembre, es decir, dos semanas antes del

auto

#le

fé,

los inquisidores pidieron al Consulado

y

otras oficinas públicas el nso

de sus balcones para insta.lar en ellos a las mujeres de los oidores, cabildantes

y

demas funcionarios de la jerarquía colonial. En cuanto al virei

y

su fami–

lia, el arzobispo y la suya, el cabildo eclesiá:stico, los jesuitas, las comunidades

regulares, que entonces contaban centenares de miembros, tenían todos asien–

tos espeeia1es formados en graderías, y segun el mismo órden de honor guar–

dado poc la etiqueta española., cuando se corrían cañas o se hacían otras

festividades en la plaz..1, mayor. La Univerdad y el Cabildo secular concurrie–

ron con 600 pesos para la fiesta. El Consulado con 400 pesos. La Inquisicion,

-que segun un documento de este mismo

auto de fé,

ya publicado en el cuerpo

del opúsculo, se quejaba a propósito de esta misma festividad, de estremada

pobreza (cuando sus funcionarios entalegaban el oro de l<>lj herejes a porfia

y

par.a su propio uso), debió contribuir con mni poco al esplendor del dia.

En el centro de la plaza levantóse el vasto anfiteatro de los inquisidores y

€n el centro el túmulo de los penitenciados coronado de la cruz verde, siro–

bolo teolójico de la InquisÍcion, cuyo leño había estrenado hacia un siglo

Juan de Mañosca en el auto de 1639, y el cual debía mostrarse el dia del

c:LStigo, cubierto con un denso velo negro en señal del luto de la iglesia, por

la fiesta estrepitosa que la mism& iglesia ofrecía a los fieles. A un lado del

túmulo se puso el púlpito para el sermon, al

~otro

la jaula dentro de la que

debían oir leer sus sentencias los penitenciados; y por

ñn,

frente a frente

el asiento del virei. Este último debía sentarse entre dos inquisidores, que

en esta. vez podía ser pecado de herejía, pero no de mentira, el llamar el

bueno y mal ladron. "Enfrente de la puerta que miraba al Mediodía, dice

el doctor Bwmudez, (páj. 31) se erijió el alto solio, en que, iluminadala exelsa

sombra del sublime dosel, había de ocupar el escelentisimo señor marques de

Villa Garcia., virei de estos reinos, sentado en medio -de los dos señorea in–

quisidores, don Gaspar Ibañez de Peralta

y

don Christóbal Sanchez Calderon,

mas lustroso lugar que el que asp ir6

ci

detener el desvanecido Corroes,

mo–

narca de los

pers.as,

en aquel11. artificiosa ·máquina que hizo fabricar su sober–

bia para embeleso de la

admiracio~,

siendo su forma un imitado cielo, en

cuyo luminoso espacio brillaban las celestes imájenes, resplandecían las

1

(1)

La

eleccion de los grandes reclntos de las poblaciones

era una

disposicion de las

insti.tuciones de

la.

Inquisicion,

asi

como

la

eleccion de los

mas

festivos para

la.

celebracion

d• los autos de fé.

''El

ilustre

y

docto

Martín de Alpizcueta (dice el doctor Pe:íia en

11118

glosas

al

Direc–

torio

de Inquisidores de Eymerico, va.ñas veces citado en el documentO que precede)

prueba en su

Manual

que mas convienen anchas

plazas,

donde

l!le

puedan levantar

andamios

y

tendidoa en que quepa. mucha jente, que las igleaia.s."