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105.-

plice inicuo como Toledo, fanático como Henriquez, o codicioso como

Chin–

ehon, sino un mandatario recto

y

celoso de sus prerogativas, hubo de ser

vencido ante la Corte, a pesar de sus poderosas intrigas.

(1)

Diez años, sin embargo, luchó el virei

MarMo

(que no lo era tanto)

y

cuerpo a cuerpo con

~quellos

terribles rivales

(17511.761),

y aunque le sus ·

citaron mil minuciosas dificultades, como la del traje en que debía presen–

tarse el oidor que compusiera con ella

sala refle,fa,

de cuyo incidente burlesco,

pero de graves trascendencias en esa época, hicimos ya mencion, en todo

• los puso a raya de debe1:. La Corte hubo de ponerse resueltamente, sin em

bargo, de parte del representante de su autoridad, que comenzaba a. ser

dis–

tinta de la de Roma; y cuando se notificó a los Inquisidores la segunda real

·cédula dé 29 de febrero de

17

60, en que se mandaba c'lliD.plir la primera de

1751,

en otro lugar citado, que les arrebató sus prerogativas mas

acarici~

porque eran las mas fructíferas en orgullo

y

en doblones, hubieron de decir

al

virei "que con toda sumision practicarián cuanto se les mandaba.

u

(2)

Cuánta. .distancia iba ya recorrida en el salo espacio de un siglo, desde que e

inquisidor Juan de Mañosca ordenaba a su comisario en Chile, el dean San–

tiago, que no sesgara delante de

la

Real Audiencia, cuando alborotados loa

fieles en Santiago y

la

Serena gritaban los unos:

~quí

del re¡¡!

y

.Aquí

de

la Inquisicíon!

los otros. (3)

Despues de Manso, vino el iracundo, porfiado y cúpido catalan

Amat,

azote de loo jesuitas aurante su gobierno en Chile;

y

manifestando a loo in–

qUisidores, como él mismo se jactaba, la "poca falta que le hacían sus per–

sonas," h'11Illilló su arrogancia hasta el punto de enrolar a sus familiares, que

antes nadie era asado tocar sin recibir el peso de una escomunion, (siquiera

fueran sus criados,

~como

sucedió en tiempo de Manso), en

la

milicia del país,

con motivo de la guerra con .el i.ngles

(1767).

El ilustrado Carlos III, el demoledor del coloso de San Ignacio, acabó de

pootrar con su otra mano la cabeza de Torquemada (que ambos institutbs

fue;on contemporáneos en su cuna

y

en la cercanía de su

fin;

y

de aqui su

perdurable alianza), desterrando nada menos que

al

inquisidor jeneral

Quin-'

tana por haber prohibido un catecismo cristiano que el mismo rei había

mandado redactar. "Relijioso y devoto Carlos III, dice a este propósito el

mejor reputado y mas voluminooo de los historiadores españoles; (4) pero

(1) Llegaron estas a ta.l grado que,

¡;egun

el mismo Manso, nadie queria

aceptar~

Lima

el titulo de visitador de la Inquisicion, para lo que aquel virci tenia despachos

en blanco, "por el temor, dice el propio funcionario, de

arrostrar

tan

poderos.os

eJI.emigos

como eran los inqnisidores."-(Memori.z

citada,

páj.

73.)

(2) Memoria citada. del virei Ma.nao, páj.

7

4.

(3) Lo que

fué

la Inqnisicion en Chile, 1862, páj. 14.

(4-)

La

Fttente. mstoña de

España,

t.

'XXI,

páj.

221.

Por una eédl,l!a posterior de agosto 18 de 1'163, Carlos

lli

quitó todo fuero a la

San–

ta

Hermandad con motivo de los desacatos de sos familiares

y

entre otros

~1

de un

tal

F.R;UfC. lii'OY.

13 .