•
•
1
,..
. -
101-
nuestra pa}¡j¡ra., lloouaruamos el fallo de la opinion ilWJtrada en nuestro país
y fuera de él.
Pe~o
si como elemento de polémica, el proceso de Moyen ha sido una arma
terrible en e.qta argumentacion, hácese preciso poner en evidencia su mérito
!Wtórico, por cuanto era un documento enteramente desconocido (1 ), y
~as
que
~to,
porque su considera.cion bajo ese punto de vista nos pone en cami–
no de comprender mejor su carácter inquisitorial.
Como los procesos de Froilan
Di!z,
confesor de Carlos
II,
y el de don
Pablo
Olavid~,
ajente de Carlos
m,
marcaron, en el concepto de un distin–
guido escritor español, el
máxim.undel apojeo y el punto de_ descenao de la
Inquisicion en la Península, puede decirse que los del jud&.isante Manuel
Bautista
Perez
(1630}
y el P.e Francisco Moyen,
casi
contemporáneo del
último (1778) señalan uno y otro de aquellos periodos en la América espa–
ñola.
Casi en ios mismos días, en efecto, en que
M
oyen era sepultado baj·o las
bóvedas de la Inquisicion de Lima, (marzo de 1752)
recibia.seen esa capital
la famosa real cédula de 20 de junio de 1751, en la que se daba a aquella
institucion el primer golpe de muerte, que debía ·acarrear su desprestijio
moral y preparar su definitiva. abolicion en medio de los aplaWJos de la hu–
manidad vengada. Era aquel mandato soberano el fruto de las tropelías, de
las insolencias, de los fraudes, de los desafueros de todo jénero a. que se habia
entregado el Santo Oficio americano en el vértigo de su predominio y de su
irresponsabilidad. Pero
al
fin, no encontrando en el ilustre Manso un cóm-
(1) Pareee en verdad estraño que existiendo este documento tan curioso en una bi–
blioteca pública, a disposicion de todo el mundo, no se haya consultado antes por es–
critores peruanos, tan aficionados a este jénero de investigaciones, como los señores
Córdova-Urrutia, Fuentes, Palma
y
Lavalle, que han publicado curiosos episodios sobre
la Inquisicion de Lima. Otro tanto ha suceclido con los estranjeros. 'Solo el señor Bilbao
parece haber introducido el drama de Moyen como una accion secundaria en su novela
titulada el
Inquisidor mayor,
(Lima 1859); pero
si
es verdaderamente aquel el que ha
servido de tipo al romancero, es necesario confesar que ha sido mui bien disfrazado.
Ninguna de las tres !Jerejias capitales que el señor Bilbao atribuye a su protagonista; a
sauer, la de no profesar culto conocido, la de prC>pender a
la
libertad de los esclavos, y
la de la superioridad de la razofl a todo otro atributo humano, fueron proferidas jamas
por Moyen, que eiempre se mostró un católico liberal pero sincero. Por esto dudamos
que el autor del
Inquúridor mayo1·
haya estudiado este proceso. .Ademas, siendo aquella
una novela de amores, Moyen, que nunca los tuvo, mal podía figurar en su argumento–
En ella, ademas,
el
penitenciado muere en la b.oguera,
y
su querida, que presencia su
suplicio, se vuelve loen. Este es el muelle real sobre
el
que jira toda
la
invencion. .
Elliberato
español D. Luis Carreño ha publicado tambien en 1863 con el título del
Reí,
la
Inqu.isieWn
y
sl Nuevo MundQ
(novela histórica) un disparatorio en dos gruesos
volúmenes dignos de su título.
La
escenápasa a la vez en Madrid, en
Lima,
en Venecia,
en
eJ.
Cuzco
y
varios otros lugares en que figuran en tiempo de Felipe II
y
del Inquisi·
dor Valdes, los
úonóclcufas
y
ciertos
duques de lo$ Andes_
hijos de los Incas
y
un
principe
de
Italia
a quien kace virei del Perú.