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INQUISICIÓN DE CHILE
la nave apresada que a1lí se habían quedado por
enfermos.
Sería inoficioso que continuáramos citando nue–
vos hechos ó disposiciones en apoyo del verdade–
ro horror que inspiraba, [tanto] al pueblo como al
Soberano y sus delegados, la presencia de los ex–
tranjeros en los dominios americanos.
La verdad era que los corsarios, por su parte, en
la generalidad de los casos, se habían conducido
con los españoles en Chile, no sólo como belige–
rantes, sino también como enemigos de la religión
católica, destruyendo los templos y profanando las
imágenes y cosas sagradas.l7 Pero volvamos ya á
nuestra interrumpida relación.
La aparición, pues, de los corsarios ingleses en
estos mares, trayendo, junto con la tremenda alar–
ma que despertó en los dominios españoles, la re–
ligión de Lutero, implicaba á juicio de los colonos
un verdadero castigo del cielo,18 eran motivos más
17
Así vemos que todavía un siglo después de la expedición de
Drake, el Rey se veía en el caso de ordenar al Virey del Perú don
Melchor de Navarra y Rocafull, duque de la Palata, que socorriese
a
los franciscanos de Chile con alguna limosna para reponer en el Con–
vento que la Orden mantenía en la Serena algunos paramentos sa–
grados , «porque se me ha vepresentado, decía el Monarca, «la hosti–
lidad que los piratas ingleses hicieron en la ciudad, entrándola á saco
y fuego, llevándose de los templos las lámparas, vasos sagrados y
ornamentos, sin reser var unos corporales con qué poder celebrar ...
»
R eal cédula de 1O de Diciembre de 1682 .
18
Un eclesiástico americano contemporáneo ele Drake, el Obispo de
la Imperial don fray Reginaldo de Lizárraga, decía, en efecto: «El
año de
1577,
así como en Espaüa y toda la Europa pareció en la
misma región del aire el más famo o cometa que se ha visto, también
se vió en estos reinos á los 7 de Octubre con una cola muy larga,
que seí1alaba el Estrecho ele l\Iagallanes, que duró casi dos meses,
el cual pareció que por el Estrecho había de entrar
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castigo