CAP. XV-LOS CORSARIOS I rGLESES
36G
cabeza esta real cédula
y
dijo que la obedecía
y
obe–
ció como carta
y
mandato de su Rey
y
señor natu–
ral,
y
á mí el presente escribano me mandó saca–
se dos testimonios de ella
y
de este obedecimiento
para remitirlos á los gobernadores de Valparaíso
y
de Coquimbo, para que ejecuten lo que S. M. man–
da en ella,
y
lo señaló, de que doy fé.
(Hay
una
n'tbrica.)-A.nte
mí,
Gaspm· Valdés>
notario públi–
co y de Cabildo.»l6
Si el Rey se preocupaba de evitar el mal conta–
gio para. sus súbditos «de estos reinos,» no vivía por
esos años menos cuidadoso el 'l'ribunal de la In–
quisición que mantenía en Lima. Habiendo, en
efecto, arribado al Callao, á mediados de 1725, el
navío holandés «San Luis» que había sido apresa–
do en Coquimbo por la armada hecha por algunos
particulares de Lima, don Cristóbal Sánchez Cal–
derón, que hacía de Fiscal, teniendo noticia, según
expresaba, que habían llegado entre los prisione–
ros, «diversos hugonotes de Francia,» junto con
otros de las provincias de Holanda
y
algunos ju–
díos,
y
noticioso de que el Virey Marqués de Castel–
fuerte pensaba destinar
á
los marinos para com–
pletar las tripulaciones de algunas naves, ocurrió
al 'l'ribunal para que se le representase «el graYe
escándalo
y
detrimento á los fieles católicos vasa–
llos de S. M.» que con ta.l medida se seguía. Algu–
nos días después, el Inquisidor Gutiérrez de Zeva–
llos obtenía del Marqués que desistiese de aquel
propósito y que sin tardanza dispusiese que se re–
mitiesen de Coquimbo cerca de cien hombres de
16 Bib. Nac., l\Is., vol. 720.