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CAP. XV-LOS CORSARIOS INGLESES

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Hallábase ya allí la cohorte santiaguina cuando

fué avisada por los espías que mantJnía en las

alturas del lugar que las naves enemigas esta–

ban ancladas. Esperando entonces que llegara la

noche, se pusieron todos en camino y fueron á

amanecer á Quintero,

ce

sin mostrarse á los ingleses,

los cuales habiendo visto dos españoles que había

en aquel puerto á lo largo, recelándose de que hu–

biese más gente, se volvieron á embarcar y des–

pacharon desde los navíos un español que habían

cogido en el Estrecho de Magallanes (Tomé Her–

nández), enviando á decir con él á los españoles

cómo necesitaban de bastimentes, que se los die–

sen, que no les estaría mal su amistad con Ingla–

terra,

y

más en tiempo en que [en] Francia se había

hecho liga contra España, y estaban ellos tan po–

derosos que dentro de poco los habían de ver se–

ñores de todo aquel mar y reinos de la América.

habiendo venido á esta ciudad nueva de que el enemigo corsario in–

glés Tomás Candali

(sic)

con tres navíos de armada, había entrado

en esta Mar del Sur

y

tomado puerto en Quintero, veinte leguas de

esta ciudad, y que podría hacer muchos daños, y por haber falta de

gente en esta ciudad, el dicho licenciado Francisco Pastene, con zelo

del servicio de Dios y de S. M. y defender la fé cristiana, llamó y

juntó los clérigos, y con hasta treinta fué en persona con ellos, con

sus armas y caballos, á la defensa, y se halló en el rebato y recuentro

que con ellos se tuvo ... »

En esta compailÍa iba en clase de

alf~rez

el canónigo don Pedro

Gutiérrez, y como soldado el clérigo don Francisco de la Hoz, los dos

únicos nombres que podemos citar. Pastene, sin embargo, no es–

taba ordenado: era un abogado, soltero, que por sus conocimientos

había merecido del obispo fray Diego de Medellín que le sef1alase

para el cargo de provisor

y

vicario de la diócesis. Mas tarde se casó,

fué teniente de corregidor de Santiago y de gobernador de estas pro–

vincias, udando de todo muy buena cuenta»

y

mereciendo por sus

servicios que

el

Rey le hiciese mercerl de una pensión anual de sete–

cientos ducados de Castilla.