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CAP. XV-LOS CORSARIOS INGLESES

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que sobrados para que el Virey del Perú, de quien

aquellos dependían, arbitrase desde el primer mo–

menta las urgentes medidas que caso de tama–

ña gravedad requería; y, al intento, persuadido de

que los enemigos saldrían al Ailántico por el mis–

mo camino que trajeran, despachó en su busca,

como hemos contado más atras,

ú

Pedro Sarmien–

to de Gamboa, cuando hn.cía poco acababa de salir

de las cárceles de la Inquisición.

Pero la estela dejada por las naves de Drake al

surcar las hasta entonces no turbadas aguas del

Pacífico era demasiado brillante

y

el éxito que con

su audacia alcanzara al parecer fabuloso, para que

bien pronto otros marinos de su nación no se ani–

maran

á

intentar una empresa semejante. El 21

de Julio de 1586, partía, en efecto, de la rada de

Plimouth, con dirección á las costas occidentales

de la América Española, una escuadrilla compues–

ta de tres pequeñas naves, tripuladas por ciento

veintitres hombres, entre marineros

y

soldados, á

las órdenes de 'l'omás Cavendish.

Después de una navegación relativamente feliz,

los corsarios ingleses llegaban el 17 de Diciembre

á un puerto de la Patagonía oriental que designa–

ron con el nombre de una de sus naves la

Desire,

cuya trnducción castellana de «Puerto Deseado»

hasta ahora conserva,

y

penetrando el 3 de Enero

por el Estrecho de Magallanes, iban

á

encontrar

tres días más tarde los infelices restos de las po–

blaciones fundadas por el intrépido cuanto desgra-

envia.do

de la

?nQ/nO

de Dios po>· nuestros pecctdos,n

palabras con

que el Obispo aludía

á

la llegada de Drake

y

sus compañeros pro–

testantes.